Como cada viernes, la Regina se dedica a la casa y a su limpieza. Tremendísima mulata, como dice la canción, que agita la moral y levanta los sedimentos de la juventud. Mirándola, uno recuerda que la mujer se casa con la esperanza de que el hombre cambie con el tiempo, y nunca cambiamos; mientras que el hombre se casa con la esperanza de que la mujer, nunca cambie… y siempre cambian. “Siguen subiendo las cosas de precio, Don”. “Así es, Regina.

Inflación es cuando pago 150 pesos por un corte de pelo de 90 pesos, que solía costarme 50 pesos cuando tenía cabello”. “Y en enero, que además hay que cambiar las placas del coche de mi mamá y pagar el predial”. “Pues sí. Acuérdate que la multa es un impuesto por hacer algo malo; y un impuesto es la multa por hacer algo bueno”. “Hasta los empresarios apoyan eso del reemplacamiento, Don”.

“Bueno… empresario y político son casi lo mismo. Los dos dan trabajo y se dan trabajo entre ellos; los dos generan riqueza, los dos mienten con facilidad y llevarán siempre agua a su molino. La diferencia es que unos trabajan con dinero propio o heredado y los otros heredan y hacen propio dinero ajeno. Es más, muchos de esos empresarios traen placas de Quintana Roo para no pagar impuestos”. “Se pasan de nacos, Don”. “¡Ja! Sí… y malos ciudadanos, pero así funciona el sistema, Regina. Entre menos dinero tienes, mayor porcentaje pagas en impuestos”. 

“La abuela siempre ha dicho que el dinero no compra la felicidad, pero con él se puede comprar el tipo de miseria que uno quiera”. “Cierto, Regina. Siempre he creído que es esnobismo espiritual lo que hace pensar a algunos que pueden ser felices sin dinero”.