La Regina y el taxista

Golpear entre varios a un hombre en el suelo es de cobardes. Dan vergüenza, como los polícías que se limitaron a ver el espectáculo.

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Al doblar Regina en la esquina, los vecinos se asoman para contemplarla mientras pasa. La procaz reducción en el tamaño de su ropa con este calor provoca el reboso de pasiones entre ellos.

Con un cuerpo tan aparatoso, creo que si entrara desnuda a robar un banco, saldría con el botín sin que algún testigo pudiera recordar su rostro, o si venía acompañada…

“Hola, Don”. “¿Qué tal tu semana?”. “Bien. A mi primo Ermilo le fue mal”. “¿El taxista?”. “Sí. El otro día se sube un tipo al taxi y le dice: ‘Te doy 300 pesos si vamos al prostíbulo, entras, agarras a mi mujer, la metes al taxi y nos llevas a la casa’.

Pues Ermilo aceptó, Don”. “¿Y?”. “Pues que van, Ermilo se mete y como 3 minutos después sale arrastrando a esta mujer que le soltaba de patadas, mordidas y luchaba como gato para soltarse. Al fin logra meterla como puede al taxi, cierra la puerta y le dice al cliente: ‘¡Aguántala, ahorita vengo!’, y el cliente le dice: ‘Oye, ¡pero ésta no es mi mujer!’ -‘¡Ya lo sé! ¡Es la mía! ¡Voy por la tuya!’.

Pobre, andaba tan enojado que acabó golpeando al de Uber”. “¿Pobre? Golpear entre varios a un hombre en el suelo es de cobardes. Dan vergüenza, como los polícías que se limitaron a ver el espectáculo”.

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