Regreso al hogar

No puede vivir aquí, se lo dijimos hasta el cansancio. Aquí es zona comercial y sólo negocios se pueden poner aquí.

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Tlapalería “El tornillo feliz”. Estética de belleza “Casimona”. Carnicería “Las Manitas”. Planchadora “Pocas Rayas”. Cocina económica “Comes y te vas”,  etc. Son tan sólo algunos de los letreros de negocios que distingue el sargento de policía Ponciano Tzetz al llegar al lugar de los hechos, donde es atraído por un lamento colérico que reclama:

−No puede vivir aquí, se lo dijimos hasta el cansancio. Aquí es zona comercial y sólo negocios se pueden poner aquí. Pero este señor insiste en vivir aquí. Y no se puede −vocifera el carnicero Antropocio Ek Luna, señalando iracundo con el índice a un individuo con sombrero. El ambiente es tenso y se alzan otros gritos. 

En el breve espacio que se abre entre los quejosos se impone la figura del sargento Tzetz: “Baje la voz”,  advierte al gritón. Aprovecha para pedir refuerzos y se ocupa de ver a qué obedece el asunto. 

−Señor policía −interrumpe amable el señor Sergio Vales Ponce-. Crecí en este barrio, cuando no había tantos autos como ahora y esta avenida era un lugar familiar y  tranquilo. 

Al paso de los años, con chanchullos y corrupción, se otorgaron permisos para negocios donde antes eran casas y se fue llenando el barrio de puro mugrero. Como puede verlo usted.  

Los vecinos de siempre nos vimos rebasados. Tuvimos que ir a otras zonas conforme pudimos. Sólo que ahora, donde vivo, y porque el uso del suelo vale lo que la cartera manda, hay un restaurante y una  boutique junto a la casa. Así que decidí rentar un local en esta calle porque quiero regresar a vivir a mis rumbos. Como rechazaron mi solicitud en el Ayuntamiento me fui a juicio de amparo. 

Demostramos que somos nativos de este lugar. Que es nuestra elección reconquistar nuestros espacios. Además sigue siendo zona habitacional en el Catastro Municipal. Aquí tengo una copia de la resolución. Yo ni problema les voy a dar, mientras no se metan con los dos lugares para mis coches. 

Gracias a la natural curiosidad, la explicación del señor Vales llega a todos los presentes. −¿Qué sucede aquí, entonces? −pregunta Ponciano en tono firme, educado. Nadie responde, sólo aquel chillido estridente que va perdiendo fuerza mientras se aleja: −Porque no, señor. Aquí es zona comercial. No puede aquí... −Es Antropocio, renuente y feroz, llevado a jalones por dos conocidos.

¡Vaya biem!

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