'La inteligencia del corazón'

Tenemos que aprender a conocernos y a escucharnos. Creemos que sabemos hacerlo, pero en sí, sabemos mucho pero no aplicamos lo que sabemos.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El destino que Dios nos tiene reservado está escrito en un lugar cercano y seguro: nuestro interior. Para encontrar allí nuestro verdadero yo, nos hará falta desarrollar “la inteligencia del corazón”, para lo cual tenemos que tener valentía, honestidad y perseverancia.

Tenemos que desarrollar la capacidad que nos enseña a des identificarnos de nuestras emociones, nuestros pensamientos, y nuestros instintos corporales, y a identificarnos con nuestro verdadero yo; es lo que se ha llamado la inteligencia del corazón. Aquella inteligencia que empezamos a usar cuando decidimos aprender a amar. ¿Qué encontramos en el corazón sino amor?

Para usar nuestra inteligencia del corazón es necesario, como primer paso, desarrollar nuestra inteligencia emocional. Debemos de aprender a reconocer nuestras emociones, entenderlas y aceptarlas. También debemos de aprender a ser propietarios de nuestros pensamientos, así como de nuestros deseos e instintos corporales.

La inteligencia del corazón nos servirá para ser propietarios de nosotros mismos, para que sea el amor el que guíe nuestras vidas y nos conduzca a nuestro verdadero destino.

Cuando aprendamos a escuchar la voz de Dios, que es la voz del amor, esa que está en nuestro interior, no encontraremos en ella miedo, desconfianza o desesperación, sino aceptación, comprensión, confianza, gratitud, generosidad...¡encontraremos el amor!

Tenemos que aprender a conocernos y a escucharnos. Creemos que sabemos hacerlo, pero en sí, sabemos mucho pero no aplicamos lo que sabemos. Vivimos atrapados en el odio, el miedo y en la frustración, porque no nos conocemos. 

El hombre es un gran desconocido para sí mismo y para los demás. Porque no se conoce, no es feliz. Porque no conoce a los demás, no puede hacerlos felices. Porque no conoce a Dios ni al mundo, no puede sentir el gozo de su plenitud humana. Y este desconocimiento lo hace objeto de sentimientos encontrados que le producen angustia, aburrimiento y aridez.

El autoconocimiento es una disciplina que requiere de una práctica constante, para que una vez aprendida nazca en nosotros la capacidad de escuchar a nuestro corazón en forma natural, autentica y verdadera.

Hay que aprender a conectarnos con el ser que habita dentro de nosotros, con el verdadero “yo” que conoce nuestro destino. Es la presencia y la voz de Dios dormida en nuestro interior, ya que el ruido y las distracciones no permiten que la escuchemos.

Aprender a amar es un proceso, igual que aprender a escribir o tocar el piano, y en el necesitamos escuchar la voz de Dios, y aliarnos con nuestra voluntad, y después cuando ya hayamos aprendido, podremos dejar que el amor fluya con naturalidad. La frase de Confucio es certera: “Adonde quiera que vayas, ve con tu corazón”.

Con la práctica podemos hacer de nuestro corazón un depósito del amor de Dios, y poner nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones, a nuestro servicio en ser mejores, y ser portadores del amor de Dios e infundirlo en nuestros semejantes.

Cuando logremos esta meta será difícil que nazca en nosotros el egoísmo, el rencor o la envidia, y encontraremos bondad, amor y alegría en nuestra vida. Bien decía Aristóteles: “Sólo haciendo el bien se puede ser realmente feliz”. 

Lo más leído

skeleton





skeleton