Alarmante es que amparados en las leyes, que impiden sean sujetos de sanción penal, cada vez sean más los menores de edad que cometan delitos que quedan impunes y agravian a la sociedad en general.

Ejemplo de eso es lo sucedido en días pasados en el puerto de Progreso, donde una jovencita de 16 años, acompañada de otro menor, con lujo de violencia despojó de un celular a un joven en céntricas calles de la ciudad.

En esta ocasión, la ley alcanzó a esta chamaquita que luego se supo también estuvo involucrada en otro incidente similar apenas mes y medio atrás, en el que también resultó lesionada una persona con arma blanca.

Tristemente, las autoridades policiacas reconocen que, debido a esta legislación, los menores tardan más en llegar al edificio que en ser dejados en libertad, lo que ha sentado un mal precedente en compañeritos de su misma edad que al ver que nada les sucedió a los que se “portaron mal”, también se animan a delinquir.

Es cuando habría que preguntarse qué futuro le espera a la ciudadanía, cuando esta comisión de delitos a manos de menores se multiplique por falta de un castigo ejemplar. Bien valdría la pena que los legisladores revisen este apartado y hagan las correcciones necesarias para evitar  que mayores se aprovechen de la situación y utilicen a menores para cometer sus fechorías. Aún estamos a tiempo.