Se suicida un niño… ¿qué nos pasa?

El de este chico no es el primer caso en Cancún; trabajemos para que sea el último.

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El reciente suicidio de un menor de 9 años en la Región 248 de Cancún pasó casi inadvertido para muchos, aun cuando la tragedia afecta a toda la sociedad.

Lo del niño obliga a reflexionar con seriedad en torno al acoso escolar, la desatención hacia la niñez en una ciudad como esta, el contexto cargado de violencia y el rol desempeñado por las autoridades, para actuar de inmediato con planes integrales a corto, mediano y largo plazos.

Los motivos fueron diversos según trascendió. El acoso en la escuela (bullying) por una enfermedad dermatológica, la separación de sus padres y una aparente depresión provocada por la mezcla de ambos factores habrían gatillado lo irreversible. 

Para empezar el pensamiento, la planeación, la conducta suicida y el acto propiamente tal se pueden prevenir.

¿Qué pasó?

Un maestro de su escuela advirtió el cuadro depresivo y la madre debió notarlo. Hay un rumor escalofriante que debe ser confirmado o desmentido por la Procuraduría de Justicia: el menor habría mandado mensajes de texto a la actual pareja de su mamá en los cuales lo amenazaba, le pedía se alejara de la familia y otros reclamos. De resultar cierto, es terrible por todo lo que ello implica.

La separación de los padres es un tema personal y, como tal, debe permanecer en el ámbito privado. Pero lo del bullying, no.

Actos como este son producto del colapso de una dinámica social cargada de violencia física, simbólica y mental. Es una “realidad-país” de la que Cancún no escapa. Según se ha leído con anterioridad en comunicados del gobierno estatal, comienza a combatirse con prevención mediante un trabajo coordinado entre instituciones. 

En el marco del programa “Quintana Roo Comprometido, Seguro y Unido” se brindan conferencias, charlas y talleres para prevenir no solo delitos, sino también acciones que desencadenan suicidios. En este caso, las actividades de las autoridades involucradas deben estar dirigidas a profesores y alumnos para evitar la reproducción del hecho. Esperemos que trabajen ya en ese plantel, porque los niños de esa edad tienden a imitar.

Días después del suicidio, la XIII Legislatura de Quintana Roo aprobó la Ley para Prevenir, Atender y Erradicar la violencia entre los Estudiantes, con la cual se busca garantizar la integridad física y sicológica en un ambiente libre de violencia. Es el segundo paso, pues ya el Congreso envió un exhorto a las secretarías de Educación y Salud y a la Comisión de Derechos Humanos para implementar acciones.

Sí, todo ello es necesario, ¿pero es suficiente?

Además de ese gran factor de violencia hay otros permanentes en Cancún, como la búsqueda de satisfactores ficticios y la ausencia de cariño, respeto, tolerancia, entendimiento o aprobación. 

Es una ciudad donde hay incompatibilidad de horarios debido a extensas jornadas laborales sobre todo en el sector turístico, donde miles trabajan. Esa condición laboral se traduce en escasas oportunidades para intercambiar alegrías y anhelos, lo cual desemboca en reiteradas manifestaciones de quejas, incertidumbres y situaciones problemáticas.

Son miles los que no comparten en la hora de los alimentos, mucho menos al inicio o al final del día. Por eso es común ver aquí a niños solos, creciendo con innumerables dudas y temores. 

Según especialistas, la depresión infantil surge por cambios importantes y estrés debido a violencia intrafamiliar, desintegración familiar, uso de alcohol o drogas en su hogar, abuso sexual, laboral, emocional o por privación afectiva, bullying y abandono. Cuando se juntan más de uno, es fatídico, como ocurrió en este caso. 

Un niño deprimido casi nunca manifiesta depresión con elocuencia, pero se puede detectar cuando baja su rendimiento escolar, pierde el control de sus esfínteres y deja de jugar; esto último importante, porque el 90 por ciento de los menores aprende y se divierte mediante prácticas lúdicas.

Lo interesante, al final de todo, es saber quiénes están haciendo la prevención y cómo lo están haciendo. No dudo de las buenas intenciones de los involucrados en el proceso ni que la estrategia se perfeccione, pero falta mucho por hacer. 

No se trata de buscar culpables, sino saber que todos somos responsables. El estado nación lo hacemos todos quienes vivimos y hacemos valer nuestros derechos y obligaciones.

DESORBITADO… 
Davide escribió este mensaje dirigido a su madre en Facebook: “Soy gay, tengo 17 años de edad y esta carta es mi última alternativa al suicidio en una sociedad troglodita, en un mundo que no me acepta a pesar de que he nacido de esa manera”. Se aventó por la ventana de un edificio porque no aguantó el bullying. Sigue vivo, pero grave. Ocurrió en Italia el jueves 30 de mayo.

Como se ve, el acoso constante y la falta de entendimiento no son exclusivos de un país en vías del desarrollo. Estamos de acuerdo en eso. Ahora bien, empecemos todos por comprender las diferencias, abordar los problemas comunes y a buscar pronto soluciones definitivas.

No hay tiempo qué perder. En este asunto, no.

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