Segunda vuelta

Quienes obtienen su libertad después de cumplir una condena en la cárcel, se enfrentan a lo que pareciera es el castigo más grande.

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¿Cómo es que una persona puede causar temor y desconfianza en una zona de la ciudad, pero en otra no?  Ningún país está exento de las etiquetas sociales: inmigrantes, personas de color, ex drogadictos, ex convictos, homosexuales, apariencia física, y otros estigmas; mismos que además de discriminar, rompen con el sentido de comunidad que fortalece a las sociedades.

Quienes obtienen su libertad después de cumplir una condena en la cárcel, se enfrentan a lo que pareciera es el castigo más grande, el de la sociedad. No sólo les cerramos las puertas, sino que los etiquetamos de por vida; y aunque muchos podrían opinar que estas personas deben reinsertarse en la sociedad, regresar con sus familias, tener un trabajo y ser productivos, muy pocos estarían dispuestos a emplearlos. 

Esta actitud se parece al famoso síndrome de Nimby, por sus siglas en inglés “no en mi patio trasero” (not in my backyard), que yo resumo como algo ambivalente: hay interés de que las cosas se resuelvan, pero al mismo tiempo se rechaza eso que nos molesta. No se participa ni se proponen soluciones.

Desafortunadamente, los ex convictos al encontrarse con las puertas cerradas están orillados a reincidir en el delito. Los programas de reinserción social que ofrecen los gobiernos se puede abordar desde distintos enfoques, el psicológico, el moral y con las oportunidades -tan escasas de empleo-.

A propósito de este tema, el Gobierno del Estado lanzó una bolsa de trabajo dirigida a ex internos que hayan estado en alguno de los ceresos del estado. En coordinación con los empresarios se ofrecerán empleos en maquiladoras, electricistas, cocineros, vendedores, instaladores de teléfonos y de cámaras de seguridad, y otros oficios que ojalá puedan ser bien aprovechados por aquéllos que van por su segunda vuelta.

No etiquetar, reintegrar socialmente y dar espacios reales (no a medias) aporta al combate a la delincuencia. Una segunda oportunidad es un derecho que tenemos que garantizarnos entre todos porque mientras no seamos capaces de hacerlo, estaremos condenando a que este sector siga siendo vulnerable ante la delincuencia.

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