Señales en el sur

En el sur de Quintana Roo los mandos de Seguridad Pública, tanto estatal como municipales, carecen de...

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En el sur de Quintana Roo los mandos de Seguridad Pública, tanto estatal como municipales, carecen de estrategia y continúan reñidos con la obligada coordinación, descuidando insensatamente la seguridad que ha sido amenazada e incluso afectada en los últimos años, sin que a nivel institucional haya una respuesta efectiva.

Y aunque no padecemos los niveles delictivos que son una pesadilla para miles de familias en otras entidades, se han encendido los focos rojos con delitos que son cometidos sin que los elementos de Seguridad Pública hagan acto de presencia para evitar estos manotazos tan demoledores.

De hecho, al menos en cuatro ocasiones los elementos preventivos, tanto estatales como municipales, han asumido con entusiasmo el papel de delincuentes que se desenvuelven confiados en el blindaje de la impunidad que predomina en la zona sur.

Es así como un policía municipal violó a una jovencita en el bulevar de la capital del estado, mientras su compañero de patrulla vigilaba por si aparecían moros en la costa. 

Este acto tan infame ocurrió en el período del ex alcalde Carlos Mario Villanueva Tenorio, quien descuidó la marcha del Ayuntamiento en todas sus áreas, con los resultados que saltan a la vista.

Otro de de la corporación estatal acribilló a un joven en una colonia popular de Chetumal, pese a que estaba desarmado y se había refugiado en su humilde vivienda. Incluso, un proyectil se impactó en el antebrazo de su pareja embarazada.

El policía agresor permanece resguardado en un Belice, aguardando que el escándalo disminuya, como todo parece indicar, tomando en cuenta el estilo de un chetumaleño que ocasionalmente se involucra en este tipo de asuntos.

Y a fines de diciembre un policía municipal le disparó al rostro a un joven que sobrevivió de milagro. Tales ejemplos confirman que el grado de peligrosidad de algunas manzanas podridas llega a tal extremo que el uniforme no marca una diferencia, o en todo caso los hace más peligrosos, ya que confían en ser amparados por sus superiores.

La indolencia de nuestros mandos policiacos nos puede lanzar a una vorágine de delincuencia que puede crecer como bola de nieve al encontrar condiciones óptimas para su fortalecimiento.

Las contundentes señales de alerta han sido lanzadas, y por ahora la autoridad está obligada a reaccionar. Y después ya será demasiado tarde y muchos habremos de lamentar esta pasividad.

Por lo pronto, las corporaciones policíacas están obligadas a asumir sus funciones para contener a una oleada delictiva que predomina sin freno, ya que los encargados de combatirla tienen otras prioridades.

Vernos en el espejo de entidades como Michoacán es tarea obligada en estos momentos.

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