Ser un Presidente poco popular durante cuatro largos años
Una aprobación de 38 a 40 por ciento, como la que registra el presidente Peña Nieto, no es una desgracia en un país con una sociedad viva, con voto y mucha voz.
Pensaba pasar de largo por el tema de las encuestas de aprobación/desaprobación del presidente Peña Nieto al cumplir dos años en el poder. Asumí que los números serían malos debido a los hechos del último bimestre, y que convenía esperar a las mediciones del primer trimestre de 2015 que, probablemente, serán más indicativas.
Cambié de opinión después de escuchar al gobernador del Estado de México. Dijo ayer Eruviel Ávila: “Es tiempo de cerrar filas por el bien de nuestro país, que todos estemos hoy más que nunca unidos en torno a nuestro Presidente de la República, porque somos muchos los que actuamos y pensamos en positivo, en forma constructiva y que queremos lo mejor para México”.
Con ese fraseo que denota nerviosismo desde la sílaba inicial, el gobernador podría estar tratando de poner en marcha el arcaico discurso de proteger al Jefe porque sí, porque es lo que se debe hacer, porque no nos queda de otra. El discurso del temor defensivo, siempre emparentado con la desesperación. Ojalá no contagie a muchos.
Una aprobación de 38 a 40 por ciento, como la que registra el presidente Peña Nieto, no es una desgracia en un país
con una sociedad viva, con voto y mucha voz. A fin de cuentas, ese porcentaje representaría a los que votaron por él y no se han arrepentido.
En torno de ese 38 por ciento tal vez se tenga que mover de aquí a 2018. No es para angustiar a un Presidente que en vez de acariciar los mensajes tipo Eruviel, asuma aquello planteado por Fernando Savater:
“Nada es irremediable, salvo cuando dimiten la inteligencia y la voluntad”.