1. Los faraónicos excesos económicos de Elba Esther Gordillo hace años dejaron de ser noticia. Si bien las cifras conocidas a raíz de su detención sobrepasan la mayoría de las suposiciones, los abusos eran evidentes.

2. Entonces, sí hubo elementos de conocimiento público para que los cuatro anteriores gobiernos de la República investigaran sobre la legalidad de esos gastos. Es difícil no identificar esta negligencia con encubrimiento.

3. No se puede reprobar el encausamiento judicial de la dirigente sindical, pues incurrió en grandes y frecuentes ilegalidades. Ser enemigo del poder no puede significar una patente de corso.

4. La politización del aparato de justicia no resulta de la persecución de algunos culpables, sino de la impunidad de otros igual de culpables. La vieja fórmula “para mis enemigos, justicia; para mis amigos justicia y gracia” -atribuida en alguna de sus múltiples versiones, no sé si falsamente, a Juárez- ha sido históricamente fuente de corrupción y represión.

5. Si en verdad “la sociedad ha cambiado” como tanto nos vanagloriamos a uno y otro costado del espectro político, es el momento justo de inaugurar una nueva época de justicia y aplicación de la ley sin distingos ni privilegios.

6. Sólo podremos tener esperanza en este cambio si a la detención de la Sra. Gordillo le siguen acciones legales en contra de otros dirigentes sindicales igual de corruptos, sí, pero también de otros delincuentes mayores: los principales evasores fiscales, los grandes defraudadores de los consumidores, los políticos mágicamente enriquecidos, los más importantes contrabandistas y otros de comparable peso económico y capacidad de daño social.

7. La eliminación de esta nata de la descomposición social es condición ineludible para conjurar la politización de la justicia.