Silencio, por el ruido de la ATF

Los mejores peritos de la Defensa Nacional, la Marina y la Procuraduría General de la República estaban ya convencidos, al igual que los de la UNAM y el Poli, de que lo que provocó el siniestro fue gas.

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Hacia la madrugada del viernes, el presidente Peña Nieto y sus confianzas tenían descartada la probabilidad de que lo sucedido en el anexo B2 de las oficinas matrices de Pemex haya sido un atentado.

Para cuando amaneció, los mejores peritos de la Defensa Nacional, la Marina y la Procuraduría General de la República estaban ya convencidos, al igual que los de la UNAM y el Poli, de que lo que provocó el siniestro fue gas.

El procurador Murillo aventuró anoche la probabilidad de que fuera metano, pero los expertos anticipan que se trató de otro, en desuso ya, contra incendios.

Sin embargo, esa noche de viernes, con base en un ofrecimiento de su embajada, varios inspectores de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos visitaron el B2, y les bastó una caminata de 20 minutos en el área para contaminarla y poner en duda lo que los duchos mexicanos tenían ya como certeza.

El sospechosismo que sembraron retrasó el informe oficial mas, por fortuna, resultó tan desatinado como la criminal operación Rápido y furioso fraguada por su agencia.

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