Sin remedio

La actuación de los dirigidos hoy por Miguel Herrera son perfectamente incapaces de avanzar una ronda en la Copa América. Algo pasa que impide el desarrollo del buen futbol

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Hay cosas en el acontecer cotidiano de nuestro país que pudieran hacernos pensar que no tiene, tenemos, remedio. Pero hay otros aconteceres que tienden a reforzarnos esta idea, pues no dan indicios de que podamos superar nuestras taras y atavismos.

En el futbol, por ejemplo, nadie en su sano juicio puede pensar que el seleccionado nacional pueda ser alguna vez campeón del mundo. Sin embargo, al inicio de cada mundial, con el pecho henchido de  fervor patrio, la totalidad de los mexicanos le va a México… y se atreven a decirlo y a sostenerlo con los argumentos más inverosímiles.

Pero si vemos la actuación de los dirigidos hoy por Miguel Herrera, nos damos cuenta de que no sólo son perfectamente incapaces de avanzar una ronda en la Copa América; ni siquiera en la Copa Oro, con el bajo nivel de la Concacaf, le atinan a desempeñarse no ya digamos con paso ganador, sino por lo menos con algo de solvencia deportiva. Y conste que no se trata de los jugadores, que vistos en forma individual todos, o casi todos, tienen un excelente desempeño incluso en Europa.

Algo pasa que impide el desarrollo del buen futbol, pero, acostumbrados como estamos a realizar generalizaciones, podemos afirmar que México no tiene remedio, cuando lo cierto es que lo que anda mal es la organización encargada de ese deporte… y su entrenador.

Lo mismo sucede al enterarnos de la evasión de algún facineroso de nombre y las autoridades dan todos los pormenores de sus peripecias, como si pretendieran convencernos de su fuga y del modo en que sus colaboradores lo auxiliaron. Así que volvemos a la cantaleta de que México, es decir nosotros, ¡todos nosotros!, no tiene, no tenemos, remedio.

No importa que en el mismo lapso se hayan relanzado nuestras relaciones diplomáticas, culturales y económicas con Francia, en el insuperable marco de la celebración de su Revolución, la primera. Ni su impacto probable y posible en el incremento de su inversión y en las fuentes de empleo que creará. Como se fugó Guzmán, México es un país sin remedio, afirmamos no sin cierto dejo de regocijo masoquista.

Y en lugar de buscar la razón por la que nuestra selección de futbol retrocede y se fugan los reos de las cárceles; de la inequidad en la distribución del ingreso y que la brecha entre ricos y pobres se amplía, parecemos agotarnos en la religiosa conmiseración.

Sin mover un dedo, ni exigir, por ejemplo, que la FMF ponga el rendimiento deportivo por encima de sus negocios; que se combata la corrupción, con salarios dignos; que los empresarios cumplan con la ley, paguen sus impuestos y les otorguen a los obreros las prestaciones de ley. Como en la Sidra Pino, que siguen burlando a los trabajadores con más de 2 años de paro, mientras sus propietarios emprenden jugosos negocios a la vista y paciencia de la sociedad. Por eso parece que no tenemos remedio.

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