Soledad literaria
Esta novela dio a conocer a su autor, Juan José Millás y lleva ya más de veinte años de haber ganado el Premio Nadal.
Juan José Millás es uno de mis autores favoritos, le leo con eso que llamamos en la Academia “placer estético”, y que sencillamente significa que nos gusta, y que disfrutamos la lectura; por esa razón también forma parte de los cursos que comparten conmigo mis queridos estudiantes. Y supongo que, también por ello, se repite con cierta frecuencia lo que hoy te relato:
Le he traído un libro de regalo, sé que le gustará, es de Millás, ¿tiene este título?
Sonrío, doy las gracias, tomo el libro, y leo: La soledad era esto.
Respondo: Tengo otros ejemplares de esta misma novela, pero el ejemplar que tú me obsequias, ese no lo tenía.
Por esta hermosa razón, tengo algunos títulos “repetidos”; sin embargo, la novela de la que hoy hablamos les lleva la delantera a todos ellos, pues siempre llega a mis manos un nuevo ejemplar.
Esto ha vuelto a suceder hace algunos días, así que he pensado que, ante esta grata insistencia de la vida, y ante los generosos obsequios de mis estudiantes, justo es que la novela ocupe también un lugar en esta semanal y sabatina columna periodística, que tú y yo compartimos.
La portada del libro nos revela el perfil de una joven mujer, cuyo rostro está apoyado en una de sus manos. En un recuadro de color amarillo, en la parte inferior de la página, leemos que esta novela fue la que dio a conocer a su autor, y que lleva ya más de veinte años de haber ganado el Premio Nadal. La novela inicia con un epígrafe de la obra La Metamorfosis, de Franz Kafka.
En la contraportada, Santos Sanz Villanueva nos trae las palabras de Gonzalo Soberano: “Millás es un fabulador de la extrañeza”.
Siempre he creído que la soledad, en realidad, no existe.
Te invito a leer la novela, a fabular la soledad, a experimentar la extrañeza.
Te invito a leer a Millás.