Soledad que enriquece

Una soledad enriquecedora será aquella en que se escucha a la propia alma, se encuentra uno con la verdad, se cultiva la reflexión, se medita sobre uno mismo y su realidad.

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Hace ya muchos años pude leer un artículo escrito por José Luis Martín Descalzo, en él hablaba sobre la soledad y afirmaba que existen dos tipos de soledades: una deshumanizadora y otra multiplicadora e intensificadora; que el ser humano acrecienta el alma en soledad, la fortalece, la nutre y expande. Señala que es en verdad triste la situación del ser humano actual, que llena su vida de ruidos y palabras porque no sabe estar a solas consigo mismo, llenando sus días y su vida del ruido de la radio y la TV porque el pánico que le tiene a la soledad lo impulsa a tratar de no sentir el silencio.

Aunque esto es del todo cierto, en los últimos tiempos he percibido un exagerado aprecio a la soledad, pareciera que en el mundo de ahora para poder ser mejor ser humano fuera requisito indispensable vivir en soledad, demostrar un cierto aire de superioridad de aquellos que pudiendo vivir permanentemente en soledad ven como menos desarrollados e inmaduros a aquellos que no prefieren la soledad y por el contrario buscan siempre la compañía; en ambos casos lo importante realmente no es estar en soledad o estar en compañía, sino las razones que cada persona tenga para la opción que elija o le haya tocado vivir.

Una soledad enriquecedora será aquella en que se escucha a la propia alma, se encuentra uno con la verdad, se cultiva la reflexión, se medita sobre uno mismo y su realidad; es una soledad en la que se ama profundamente, tanto a sí mismo como a los demás seres humanos. El otro peligroso extremo es huir a la soledad para refugiarse en ella, intentar cultivar el olvido, amar estar solo porque es entonces como te puedes dedicar egoístamente a sólo amarte a ti mismo, peor aún es refugiarse en ella para sólo rumiar nuestros fracasos o lamernos las heridas; esto se convierte en una soledad estéril que en nada ayuda al ser humano.

Es también muy cierto que estar acompañado por miedo a la soledad, rodearse de gente y ruido, indica también una gran pobreza de alma. Rellenar nuestro tiempo y vida de personas con las que realmente no convives y de las que sólo necesitas el barullo para que su ruido sea lo que anestesie tu dolor de estar en soledad no es vida. La verdad es que alguien pobre entre los seres humanos lo será también en soledad y quien es pobre en soledad seguirá siéndolo entre los hombres.

Martín Descalzo aseguraba que la soledad multiplica las riquezas interiores, pero se preguntaba ¿de qué sirve multiplicar por cero?, porque en esta operación matemática sólo puedes multiplicar tus riquezas interiores con sentido y dando frutos cuando las compartes con los demás; la soledad no es un destino, es más bien un alto en el camino; no va el ser humano a ella para quedarse, va a ella para enriquecerse y la mejor riqueza es aquella que se comparte, no la que con avaricia se atesora; la soledad no es un bien en sí misma, es un bien para algo, se está en soledad para después poder lograr cosas mejores, es un lugar y un momento en el que trabajamos y construimos para nosotros y para los demás.

La naturaleza del ser humano es estar acompañado y en relación con el otro, un ser humano completamente solo toda su vida no se podría realizar como ser humano, somos seres sociales, diseñados para vivir en comunidad, hablamos  porque es nuestra naturaleza la comunicación y la relación, el ser humano se hace humano en la relación con el otro y no en la soledad absoluta.

La soledad egoísta va en contra de la soledad fecunda que es alegre, porque se podrá estar solo pero no triste, se podrá estar solo pero no amargado, se podrá estar solo pero no infecundo. Nuestra gran asignatura pendiente es vivir de manera productiva y enriquecedora tanto nuestros momentos de soledad como los de compañía, evitando que la soledad sea un refugio ante las adversidades, un santuario de nuestro egoísmo, como también evitando que el estar en compañía sea una farsa por medio de la cual pretendamos ocultar nuestras miserias, sin atrevernos a vernos cara a cara a nosotros mismos.

En fin que tanto la soledad como la compañía no son buenas ni malas por sí mismas, lo bueno y lo malo será lo que nosotros hagamos con ellas, lo bueno y lo malo será lo que decidamos hacer con ellas, y nuestra mejor opción siempre será que en cualquiera de las dos circunstancias nuestros actos sean fuente de alegría y beneficio tanto para nosotros como para quienes nos rodean.

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