Sólo otro ladrillo en la pared

Es deprimente que la UADY haga oficial el prejuicio de que el único corte de pelo aceptable para los estudiantes hombres es el reglamentario de los sicarios del narcotráfico.

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En las preparatorias de la Uady está prohibido que los varones acudan a la escuela con pelo largo. La formalidad de esta disposición es dudosa, pues en el reglamento interno de la preparatorias no aparece nada semejante. Sin embargo, se aplica a rajatabla.

Los argumentos justificatorios van desde la higiene hasta la capacidad de aprender, pasando por considerar que el pelo que alcanza el cuello de la camisa es, en los hombres, indicio de delincuencia, indecencia u homosexualidad. Cualquier maestro puede negar un examen a un estudiante en virtud de la longitud de su pelo y los prefectos sacan rutinariamente alumnos de la escuela, hostilizando a quienes se resisten a la medida.

Forzar a una persona a hacer con su cuerpo algo que no desea, cortarse el pelo o cualquier otra cosa, es un intolerable acto de violencia emocional del que, como en la canción de Pink Floyd, suele servirse el autoritarismo para convertir seres humanos pensantes en ladrillos fácilmente manejables. Pero, más allá de la ética, la prohibición es ilegal.

Al aplicarse sólo a los hombres -y no a las mujeres, como sería si se tratara de una medida de higiene-, viola al artículo primero de la Constitución, que proscribe cualquier tipo de discriminación en el territorio nacional.

Y si se argumenta que el pelo largo es adecuado para unas pero no para otros, pues en ellos señala desajuste social o criminalidad, la violación es aún más evidente, pues se trata de juicios sin sustento -prejuicios- prohibidos en educación por el artículo 3º de la misma ley.

Contra lo que muchos funcionarios universitarios creen, la autonomía no exime del cumplimiento de las leyes mexicanas, aún cuando de tiempo atrás las vengan evadiendo exitosamente.

Es deprimente que la institución socialmente establecida para hacer florecer el aprendizaje en libertad, diversidad de pensamiento, pluralidad y tolerancia haga oficial el prejuicio de que el único corte de pelo aceptable para los hombres es el reglamentario de los sicarios del narcotráfico. En sus tiempos, ni al legendario Zapote se le ocurrió algo así.

Toca una vez más a los estudiantes, como reclamara Mario Benedetti, poner los puntos sobre las íes. Basta uno solo, probablemente con el apoyo de sus padres, que decida levantar la cerviz y, a través de un juicio de amparo, imponga a la Uady el imperio de la Ley.

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