El stalinismo y Maduro

Todo el mundo sabe que el presidente de Venezuela es un dictador de pacotilla, pero muchos se cuidan de atacarlo para no dar armas al 'imperialismo internacional'.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En plena guerra de España ocurrieron las tres farsas trágicas de los Procesos de Moscú. Los comunistas españoles del Quinto Regimiento peleaban más que nadie y su sangre empapaba la tierra española. Los republicanos no comunistas veían a la URSS como el único país, además de México, que simpatizaba abiertamente con su causa. Mientras Stalin asesinaba, a los comunistas no les quedaba otro remedio que aplaudir al tirano y, llenos de dudas inconfesadas, jurar que los asesinados “algo habrían hecho”.

Cayeron, en primer lugar, Zinoviev y Kamenev, que había formado parte del triunvirato que se constituyó a la muerte de Lenin. Stalin se quedó solo para un segundo juicio en el que cayeron Rádek y Sokólnikov. Hubo un tercer juicio, en 1938, y cayeron Nikolái Bujarin, la inteligencia económica detrás de Lenin, y Yagoda, que, irónicamente, como jefe de la NKVD, se había encargado de torturar y asesinar a los acusados en los dos juicios anteriores. 

En España, los comunistas asesinaron a Andreu Nin y desaparecieron al traductor español de Dos Passos, también por trostkista. John Dos Passos sí gritó contra Stalin y supuso su rompimiento con Hemingway, quien opinaba que por el bien de la Revolución mundial había que tragarse los crímenes de Stalin.

Hablo de esto porque con Maduro, en Venezuela, pasa algo semejante. Todo el mundo sabe que es un dictador de pacotilla, una caricatura de Stalin, pero muchos se cuidan de atacarlo para no dar armas al “imperialismo internacional”. Las dos mismas palabras que se usaron desde la Gran Purga de 1936 a 1939 y durante las pequeñas pero constantes purgas que le costaron, por ejemplo, la vida a Trotski en la Ciudad de México.

Jruschov denunció los crímenes de Stalin y, acto seguido, invadió Hungría, para comenzar sus propios crímenes, no denunciados para no dar armas al “imperialismo”. 

Cuando la invasión soviética en Afganistán, por fin, el Partido Comunista Mexicano denunció al PCUS. Después, al aceptar cristianos y renunciar a la Dictadura del Proletariado, cometió herejías contra el leninismo que supusieron su distanciamiento con el PC cubano.

Pero hoy, tanto la nueva izquierda española de Podemos como las extrañas “izquierdas” mexicanas defienden a Maduro como si se tratara de Stalin en el 36 o en la Guerra Fría. ¡Y Stalin, por lo menos, inventó a Stalin!

Lo más leído

skeleton





skeleton