El sueño de Gabriel García Márquez (II)

En la biografía del colombiano se habla de su formación en el Centro Sperimentale Di Cinematografia, la carrera de cine que inició en tierras romanas.

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Después del accidentado naufragio del cuaderno escolar que contenía varios  borradores de  cuentos, Gabriel García Márquez se propuso reescribirlos con una ansiedad que terminó en cansancio. Y aquellas notas, treinta apenas reconstruidas, volvieron a esperar alguna suerte de revelación en el colombiano, que lo animara a seguir con la tarea que cada vez iba tomando más años.

Y así fue. Cuenta el escritor: “Empecé Crónica de una muerte anunciada, en 1979, comprobé que en las pausas entre dos libros perdía el hábito de escribir  […] me impuse la tarea de escribir una nota semanal en periódicos de diversos países,  como disciplina para mantener el brazo caliente”. En este paso por el periodismo, que llegaría a ser influencia decisiva en toda la literatura de García Márquez –tan sólo recordemos trabajos excepcionales como Relato de un náufrago–, los escritos del atribulado cuaderno fueron vueltos notas periodísticas. Sólo cuando fueron publicadas cinco de ellas, vino la tercera adaptación, esta vez una audiovisual. El resultado fue: “Se  hicieron cinco películas y un serial de televisión”. 

En la biografía del colombiano se habla de su formación en el Centro Sperimentale Di Cinematografia, la carrera de cine que inició en tierras romanas. Experiencias personales que podemos intuir en el narrador del cuento “La santa”: “Yo estaba en Roma por primera vez, estudiando en el Centro Experimental de Cine” o en otro fragmento: “Al filo de la medianoche, reunimos varias mesas cuando la tractoría empezó a desocuparse, y quedamos juntos los que cantaban, los que hablábamos de cine, y los amigos de todos”.

Sin duda, la labor de prensa y en el séptimo arte fueron los alientos para continuar esas historias que finalmente terminaron por ser doce cuentos. Pero, entonces, en la escritura de las últimas palabras a García Márquez le mordió una duda: deseaba comprobar la fidelidad de sus recuerdos sobre Barcelona, París y Roma, pues las había escrito a la distancia geográfica y en un tiempo de veinte años. Entonces, realizó un viaje de reconocimiento a ciudades que poco se parecían a las que vivió tiempo atrás: “Había encontrado lo que más me hacía falta para terminar el libro, y que sólo podía dármelo el transcurso de los años: una perspectiva en el tiempo”.

Un sueño sobre un funeral propio que se convirtió en un ramillete de temas para contarse. Temas que vueltos escritos terminaron siendo el libro Doce cuentos peregrinos.

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