Suicidio al alza

Desde hace un lustro de que el suicidio se ha convertido en la segunda causa de mortalidad entre jóvenes de 15 a 29 años. De tal manera que cobra una vida cada 40 segundos.

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En pleno siglo XXI, con frecuencia escuchamos sobre el incremento del suicidio;  y cuando hablo de suicidio, me refiero al sentido real, y no al figurado.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) viene alertándonos desde hace un lustro de que el suicidio se  ha convertido en la segunda causa de mortalidad entre jóvenes de 15 a 29 años. De tal manera que cobra una vida cada 40 segundos. Tres de cada cuatro  se concretan  en países con ingresos bajos y medianos, como México.

El desencadenante de esta tribulación universal es multifactorial, pudiendo citar enfermedades mentales, pobreza, abuso de sustancias tóxicas, aislamiento, dificultad para las relaciones entre parejas y problemas laborales, entre muchos.

Incuestionablemente ya es un  problema de salud pública,  cuya tendencia va creciendo dentro del grupo de personas que huyen de la realidad ante crisis emocionales y su desacuerdo con el actual sistema de vida. El crecimiento de este fenómeno alcanza el 13% en México, y en Yucatán, en sólo un año, su aumento galopante rasca el 50%.  Destaco desafortunadamente que en el primer lugar se encuentra Campeche, situación que nos debe llevar a la reflexión.

En cuanto a las maneras de segarse la vida,  encontramos que  las mujeres optan por las pastillas o cortes, que no son tan letales; en cambio los hombres lo logran prácticamente a la primera a través del ahorcamiento en poco más de la mitad de los intentos. 

Políticamente este tema  se intenta evadir, pues impacta y cuestiona al sistema familiar y social en que vivimos. No es un secreto que las oportunidades laborales se reducen, aumenta la desnutrición, aumenta la cirrosis hepática  y, por si fuera poco, los divorcios y la drogadicción van al alza. 

Alarmantemente nuestra población infantil no queda al margen del problema en cuestión, ya que por un lado el menor es objeto de presiones familiares como resultado de un mundo cabalgantemente competitivo y, por el otro, encontramos a progenitores exigentes que obligan a alcanzar expectativas escolares más allá de las capacidades del niño. 

Finalmente sólo te pido que reflexiones y  refrendes tu compromiso social. La lucha contra este flagelo del “suicidio” empieza en casa,  a través de la convivencia y el fortalecimiento de valores. La cohesión social y la institución familiar están más allá de cualquier capricho veleidoso del mundo moderno. ¿A propósito, hace cuánto tiempo no charlas con tu hijo adolescente?...

Pronto te hablaré de la ética profesional amenazada por el ocultamiento y el engaño.

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