¡Tan sólo una fotografía!

Más de 20 años han pasado, pero durante los siete que estuve como médico en los servicios de urgencias, la historia se repetía en las horas finales del agónico año...

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Conservando tradición y costumbres, los 24 de diciembre entre los yucatecos es el día familiar por excelencia. Todos aprovechan a tomarse la foto del recuerdo, donde aparecerán al centro abuelos y padres, en segundo plano, los hijos y nietos, con caras felices. ¿Pero qué pasa un día después de “esa foto”, llena de calor, amor y unidad? 

La tarde del 31 de diciembre de 1994, a las 4:00 p.m., en el servicio de urgencias de adultos, estaba pronto a terminar  mi examen médico a don Jorge, quien, con más de ocho décadas recorridas, llevaba años pagando las consecuencias de su obstinada adicción al tabaco; resentía una enfermedad pulmonar crónica conocida como EPOC.

Después de revisar las radiografías, llame a los familiares para informarles del diagnóstico y plan de tratamiento. Dos de sus hijos entraron, y les dije que el estado de salud de su papá era estable, sin complicaciones; solamente habría que prodigarle cuidado, medicamentos y evitarle salir en los próximos días.

Mi sorpresa fue mayúscula ante la molestia e incomodidad de los hijos, quienes preguntaron al unísono: ¿Y quién lo va a cuidar hoy en la noche, no tenemos a quien se haga cargo de él?  Uno de ellos  profirió amenazante y retador: ¡Si le pasa algo va a ser su responsabilidad! 

Miré de reojo a don Jorge,  inclinó la cabeza sin articular palabra, escurriendo una lágrima por su mejilla derecha. Decidí dejarlo en observación 24 horas. La tarde del 1 de enero, aún con aliento alcohólico, la “joyita” familiar acude y accede a llevárselo porque lo ve mucho mejor.

Más de 20 años han pasado, pero durante los siete que estuve como médico en los servicios de urgencias, la historia se repetía en las  horas finales del agónico año. La única diferencia la marcaban los protagonistas de lastimoso pasaje.

Dejo para la reflexión mi anécdota, pero analiza tu vida. Como familia, ¿qué nos pasa? ¿Culpa de quién es este fenómeno sociológico? ¿De la vida rápida, de la falta de valores, del abandono en que caemos por ese afán de proveer del mayor número de bienes materiales a nuestros hijos? 

Nos perdemos sus partidos de futbol o sus exámenes de ballet, con tal de “ganar unos pesos más”. ¿Estás dispuesto a pagar la factura? De llegar  a la senectud,  puede costarte  muy caro ese  descuido. Apelo a tu conciencia. ¡Pero yo mañana no quiero ser sólo una fotografía!

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