La tesis y otras frivolidades

El plagio es una práctica muy extendida en las universidades mexicanas, no sólo en las tesis, sino en infinidad de trabajos escolares.

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Esta semana salió a la luz un hecho curioso: el presidente Peña copió de otros autores la mayor parte de su tesis de licenciatura. Los memes no se hicieron esperar y los comentarios negativos de algunos aparecieron de inmediato en las redes sociales. La respuesta oficial, a cargo del vocero de la presidencia, es que se trata de problemas de estilo y que el presidente cumplió con los requisitos exigidos para graduarse. Sin embargo, también se han escuchado voces que reclaman la exageración de discutir un asunto tan menor. Copiar textos de otros, incluso tesis completas, es una práctica generalizada, y es absurdo debatirla en medio de los problemas verdaderamente serios que enfrenta el país.

Es verdad que el plagio es una práctica muy extendida en las universidades mexicanas, no sólo en las tesis, sino en infinidad de trabajos escolares. Este hecho ha tenido distintas respuestas institucionales. En algunas se ha llegado al extremo de no permitir la consulta de tesis ajenas, con la ganancia menor de que los alumnos no puedan plagiar, y la mayor de que nadie pueda constatar el carácter sistemático del plagio. La reacción institucional en los últimos veinte años ha sido la eliminación de la tesis como medio único para obtener un grado, sustituyéndola por cursos adicionales, la elaboración de monografías o informes y, mi predilecta, la titulación por promedio. Esta gran solución ha permitido a las instituciones multiplicar sus graduados y a los estudiantes acceder con regularidad a estudios de posgrado. Todo esto sin mejorar un ápice la calidad de su formación y relevando de esfuerzos intelectuales a quienes no tienen capacidad para ello. Entre los frutos más preciados de estas medidas está el evitar que un sinnúmero de juniors empresarios se sientan por debajo de los graduados de verdad que trabajan a sus órdenes.

El hurto intelectual y otros delitos socialmente aceptados -el fraude fiscal, pagar sobornos o no registrar empleados en el IMSS- no sólo lesionan a quienes no los practican, sino que dañan a sus víctimas directas y contribuyen a reproducir las condiciones de nuestro subdesarrollo. Es inadmisible que el promotor de la reforma educativa ni siquiera se tome la molestia de responder personalmente por sus actos.

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