Traición y resurrección

Es una constante en nuestras vidas, es común haber traicionado o sufrir traición que nos causa un pesar o muerte emocional.

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En Semana Santa el mundo cristiano recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en las que lugar destacado ocupa Judas Iscariote, quien acaba traicionando y vendiendo al Maestro por 30 monedas de plata. Jesucristo es aprehendido, enjuiciado rápidamente y condenado a la muerte para resucitar al tercer día. Esta dinámica de traición, muerte y resurrección es una constante en nuestras vidas, es común haber traicionado o sufrir traición que nos causa un pesar o muerte emocional y después de un tiempo si se logra sanar la situación se llega a la resurrección emocional.

¿Quién de nosotros en la vida no ha sufrido una traición? ¿Cuántos de nosotros no hemos traicionado en alguna ocasión? Hemos traicionado la confianza de quien tiene fe en nosotros revelándonos su vida y sus pesares, divulgando lo confiado a quien no le interesa o usándolo en nuestro beneficio; hemos sacado partido en lo económico, material o espiritual y también en no pocas ocasiones hemos sufrido en carne propia la traición del ser querido, el hermano, amigo o esposo en quien hemos depositado la intimidad de nuestros sentimientos y conflictos, para después acabar utilizado, manipulado o exhibido por quien menos esperabas.

Y no es la única traición, hay traiciones más graves, como las que cometemos contra nosotros mismos: nos traicionamos cuando vendemos nuestra conciencia por beneficios económicos, cuando olvidamos nuestros valores por el placer de la sensualidad; el ser humano se traiciona a sí mismo cuando la ambición de poder y de control lo atenaza y abandona lo que es por lo que ansía ser y controlar, traiciona también su ser cuando no reconoce su dignidad como humano y no se ama lo suficiente; traición es también caer en el extremo opuesto y creer que es o tiene derecho a ser más importante que su prójimo y decide no amarlo.

La muerte emocional que estas acciones nos provocan es indiscutible, cuántos de nosotros no hemos pasado noches de angustia, sufrimiento y dolor por la traición recibida. Precisamente porque la traición siempre viene de quien menos esperas es que resulta más dolorosa. A Jesucristo lo traicionó uno de sus más cercanos, uno de sus íntimos, como a tanto hombre y mujer de la actualidad que desciende al infierno del dolor y el sufrimiento por la traición de alguien cercano.

El alma se seca, las lágrimas se agotan, el aire que se respira se hace denso e insoportable ante el dolor, el gusto de una putrefacta muerte emocional se nos queda en la boca, la amargura sazona todos nuestros días; lo peor de todo es que, si nos detenemos a pensar unos instantes y somos honrados con nosotros mismos, veremos con claridad que esta muerte emocional también la hemos repartido entre quienes nos rodean, que de nuestras manos y nuestros labios también ha salido muerte para los demás.

Aún más triste es cuando esta muerte emocional nos la autoinfligimos, cuando por traicionar lo que creemos y lo que somos llegamos al suicidio emocional. Renegando de nuestra esencia y valores acabamos nulificados en la intimidad, infelizmente estériles, secos y sin la alegría de tener una conciencia tranquila; muertos por falta de amor a nosotros mismos, o incluso pretenciosos cadáveres insepultos que se creen más importantes que los demás, ahogados en una mar de muerte emocional.

Pero el final del camino no ha de ser ese para el ser humano, se puede y se debe, como Jesucristo, llegar a la resurrección gloriosa. Cada uno de nosotros ha de buscar su camino en este proceso para superar la traición, la sequía y muerte espiritual; algunos lo encontrarán  en la psicología, otros en la filosofía o el desarrollo humano, otros más en las religiones tradicionales o modernas, desde las creencias en Buda, Alá, Jesucristo, incluso en pensadores como Osho o Deepak Chopra, en ese sentido cada quien es dueño de su propia fe y su propio destino.

En estos días los cristianos celebramos la muerte, pero también la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y en él encontramos el camino, la resurrección y la vida, porque ante la indignidad de ser hermanos en la muerte lo seremos también en la gloria de la resurrección, gloria con la que a través del amor a nosotros y en la misma medida a nuestro prójimo hemos de superar la traición y la muerte emocional del día a día, para renacer en el amor mutuo. A los cristianos: Felices Pascuas de Resurrección y a todos los seres humanos una dichosa resurrección emocional y espiritual.

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