¡Trampa y compló en el España-Brasil!

Los brasileños pudieron haber comprado la final para evitar otro maracanazo, y para evitar que la popularidad de ¡Diiillmaaa! Rousseff cayera más bajo que el de la familia Granier y sus abogados.

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Los más sospechosistas dirán que los españoles están tan, pero tan en bancarrota y antes de que Rajoy vendiera la Puerta de Alcalá, vendieron el partido a los brasileños que lo compraron, fundamentalmente, porque les urgían impedir dos cosas: otro maracanazo, y que la popularidad de ¡Diiillmaaa! Rousseff cayera más bajo que el de la familia Granier y sus abogados. 

De ser eso cierto, tendrían que haber llamado a García Luna Productions para que armara un buen montaje porque estos tres goles contra cero resultan casi tan inverosímiles como las explicaciones del candidato priista para Baja California, Castro Trenti, ante los señalamientos sobre el milagro de la reproducción de sus hallazgos inmobiliarios. Algo que tiene patidifuso al maestro séptimo dan en esas materias, Arturito Montiel, sobre todo cuando afirma que todas esas casas las obtuvo como los pobres, en abonos chiquitos para pagar poquito. El ex góber mexiquense debe estar todavía más molesto, porque tamaña explicación no se le ocurrió a él primero.

Pobre, nada le sale bien. Incluso hasta alguien tan sin gracia como Góngora Quiñá Quiñá Pimentel le ganó el premio Durmiendo con el enemigo, a los ex maridos más temidos.

Para estas mentes calenturientas que ven complós hasta en las reformas estructurales, quizá habría sido un poco más verosímil que España perdiera por uno o dos goles, pero los tres les parecen difíciles de tragar. No sé si tanto como la respuesta de Osorio Chong a los señalamientos de la señora Wallace sobre el alza de los secuestros en la patria, pues cree que en ese rubro las cosas están como en los promocionales de campaña de Peña Nieto. 

A ellos ni siquiera les conmovió que los ibéricos jugaran como si los dirigiera Chepo de la Torre y El Maza Rodríguez fuera líder de la defensa, ya no se diga el momento en que el portero brasileño llevaba el suéter de Iker Casillas. Algo solo comparable con el momento en que el presidente del PRIcámbrico temprano, Camacho Quiroz, anunció que su partido no se dejará intimidar ni por los violentos ni por aquellos que los acusan de ser alquimistas electorales.  Nomás le faltó el “Los valientes no asesinan”.

Pero la prueba de que no hubo tal compló (en la FIFA no pasan esas cosas, claro), fue que al final Brasil se dividió en dos, entre los aficionados y los manifestantes, que terminaron enfrentados. 

Ni modo que las cosas sean como dice Lance Armstrong: que sin doping nadie ganaría el Tour de France.  

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