Trasnacionales y boticarios

De unos años para acá, algunas profesiones se han mercantilizado a más no poder.

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De unos años para acá, algunas profesiones se han mercantilizado a más no poder. Por ejemplo, al Juramento de Hipócrates le sucede algo similar a lo que les ocurre a muchas leyes mexicanas: son letra muerta. La medicina se ha comercializado y los médicos se han metalizado, por no decir prostituido.
 
En tanto, los fármacos son producidos y manejados en el mundo por un puñado de laboratorios. A ello hay que añadir la pobreza de millones de personas en el planeta. Familias de connacionales cuyo temor más sentido es enfermarse, pues su pauperizada condición le impide acudir a un doctor o surtirse una receta.
 
Pero, para no incurrir en el pesimismo, por fortuna hay médicos que, complementariamente a su carrera y consultorio, tienen botica. Tal es el caso del doctor Leonel Martínez Zárate, que abre el tema expuesto.
 
“En la segunda mitad del siglo XX, a raíz de la publicidad y la presencia de los medicamentos elaborados y el bombardeo publicitario de los laboratorios, se fue perdiendo la tradición boticaria”.
 
Enfundado en una bata blanca, mientras va de un lado para otro en un espacio repleto de frascos y bártulos, define de manera sucinta a la botica. “Es el lugar donde se preparan aquellas fórmulas medicamentosas para tratar algunos padecimientos”.
 
Refiere cómo la industria farmacéutica influyó en la eliminación de las boticas. “Esos laboratorios, con su tremendo aparato publicitario, fueron logrando el desplazamiento de los productos que eran elaborados química y botánicamente”.
 
Egresado de la Universidad Autónoma de Puebla, Martínez Zárate explica que los antecedentes de la botica datan de antes de Cristo y que los grupos indígenas de este Continente, entre ellos los mayas, ya conocían.
 
“Contaban con el auxilio de los llamados curanderos o chamanes, que utilizaban la herbolaria para tratar y curar a sus enfermos”. En tanto limpia con pulcritud el mortero y su pistilo, el médico revela en qué momento re curre a la botica.
 
“Cuando hay necesidad de combinar la botánica con algunos preparados de herbolaria, dependiendo de las características del padecimiento, para hacer más efectivo el tratamiento –introduce una pequeña cuchara en un frasco, la saca con una sustancia que deposita en la balanza–, y precisa: Llevo más de veinticinco años auxiliándome en la botica.
 
Enlista algunas enfermedades que lo han orillado a echar mano de la botica. “Principalmente patologías del aparato tracto respiratorio, como asma, bronquitis, alergias, amigdalitis, hemorroides y cálculos renales –piedra del riñón–”, entre otras.
 
Los resultados hablan por sí mismos. Aumentan las defensas del organismo. Las conclusiones han sido magníficas, ya que se ha visto que más del 95 por ciento de los pacientes son resueltos, a excepción de los casos que han sido tratados con base en cortisona, que se vuelven más resistentes a este tipo de tratamiento.
 
Argumenta que las medicinas de botica son más económicas que las de laboratorios comerciales, que día a día aumentan de precio. Las fórmulas que contienen productos químicos (medicamentos que vienen preparados) tienen base científica; y los de herbolaria son utilizados por tradición y por algunos manuales o guías, que son utilizados para su uso y elaboración.
 
Con trabajo reconocido en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, prestando servicios de 1984 a 1987, como responsable de la Unidad Médica de los asentamientos guatemaltecos Los Lirios, Maya Balam, Kuchumatán y La Laguna, el doctor a plica el bisturí a las “medicinas” que pululan en ciertos puntos de la capital de Quintana Roo.
 
“Venden productos elaborados en Centroamérica, cuyas fórmulas son de dudosa calidad…”. Con parsimonia, Leonel Martínez coloca en su sitio goteros, embudos, probetas y mechero.
 
Es uno de los pocos médicos que aún practican su trabajo en botica, que antes fue uno de los pilares de la medicina mexicana y que se ha dejado de trasmitir.

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