Tengo trece esposas.  Cada una de mis mujeres tiene su propia habitación, pero se reúnen para la cena cada noche en la sala alta del comedor.  Más tarde, en el salón, jugamos en pequeños grupos, o nos sentamos a hablar en los sillones y sofás.  

Mis esposas se llevan muy bien entre sí, aunque su relación conmigo es más compleja.  A veces la gente pregunta, “¿Por qué trece esposas?” “Oh,” Yo siempre digo, poniendo en mi mejor sonrisa, “no se puede tener demasiado de ¡algo bueno!”
Fuente: The New Yorker, versión electrónica, 30 de junio de 2013. La nota es de la autoría de Steven Millhauser.

La columna Viernes Cultural interroga, como agente ministerial: “Y tú, prócer de los viernes (así también es conocido el transcriptor), ¿tienes más de una esposa? ¿Trece o más? ¿Cómo se llaman? ¿Acaso esposa 1, esposa 2 y así hasta esposa equis?”.

El transcriptor no puede dejar sin respuesta a la columna Viernes Cultural, son íntimos de toda intimidad, ya se sabe. “Bueno, murmura, si es necesario contestar, te diría, crípticamente, que una lleva el nombre del cielo, otra de los mares, una más de la selva, otra del espacio sideral, aquella como…”.

En eso irrumpe la charla, por supuesto aromatizada con el espresso doble del transcriptor, la esposa de éste, Patricia, quien tiene la sana costumbre de aparecer en escena precisamente cuando no es invocada, y dice, amorosamente, “¿qué hablas, chiflado? ¡Explícame!”.

El transcriptor, sigue hablando: “Como te decía, tengo quince esposas, que se llaman, Patricia 1, Patricia 2... Patricia 5…Patricia 7…Patricia…”.

El transcriptor, se nota, sabe cómo hablar, domina el español. Es hombre sabio.
De nada… Saludos…