Triste ciudadanía

Los posicionamientos iniciales de la mayoría de los próximos candidatos, sus partidos, sus adeptos y no pocos medios dibujan desde ya el tono y carácter que muy probablemente tendrán las campañas electorales.

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Los antecedentes y posicionamientos iniciales de la mayoría de los próximos candidatos, sus partidos, sus adeptos y no pocos medios dibujan desde ya el tono y carácter que muy probablemente tendrán las campañas electorales.

Serán, como lo fueron las mal simuladas precampañas que durante meses padecimos, despliegues publicitarios destinados a aparentar las características más frívolas posibles para cada candidato. Más allá de las tradicionales sonrisas y bonachonería impostadas, bajo el contagio del mercadeo norteamericano, se exaltará la belleza, pulcritud, delgadez, buena vestimenta y hasta características raciales de los contendientes.

Sus planteamientos se reducirán a lemas que, según la empresa contratada para diseñarlos, procurarán evocar nociones o sentimientos básicos de las personas, recurriendo a palabras infalibles: “todos”, “tú”, “tus hijos”, “estar mejor”, “experiencia”, “valentía”, “juventud”, “honestidad”, “continuidad” y, desde luego, “cambio”.

El contenido de los futuros gobiernos o representaciones parlamentarias quedará básicamente excluido de la publicidad, sucedánea de la propaganda, que sólo reportará propuestas de alcance mínimo proyectadas para engatusar a algún segmento de los electores al que se supone urgido de alguna dádiva -“más empleo”, “menos impuestos”, “becas”, “apoyo a la inversión”-.

Escasearán las entrevistas que reclamen de los aspirantes explicaciones de fondo sobre sus proyectos políticos y, principalmente, se les permitirá derramar sus frivolidades sobre una población que, salvo limitadas excepciones, se mantendrá sumisa ante la ofensa.

El descontento y frustración de los más se traducirá en acciones de nulo o escaso efecto electoral o social; como dar “me gusta” a un meme burlón.

En algunas demarcaciones con competencias real o emocionalmente cerradas podrá incluso elevarse el tono y sin duda se cruzarán descalificaciones e insultos.

La multitud tal vez aplauda a sus púgiles, pero prestará muy poca atención a las críticas realmente importantes que sobre las características de los elegibles y su futuro desempeño se hagan.

Y los próximos gobernadores, presidentes municipales y diputados llegarán a sus puestos legítimamente electos por la mayoría de los votantes. No habrá imposición que reclamar.

Triste ciudadanía.

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