Era tarde-noche, caminaba por el parque haciendo ejercicio, vi venir hacia mí a una chica, cuando estuvo a mi lado, me preguntó: ¿le gusta leer novelas?, sonreí, me detuve, y le respondí que sí. 

La chica llevaba una mochila con ruedas, sacó de ella un libro, y me lo dio, diciéndome: mi madre y mi hermana escriben novelas, nosotras hacemos los libros, yo los vendo; hoy ha sido un buen día, traía siete, éste es el último.
Tomé el libro, charlé con ella, pregunté el precio, y lo compré. 

Ella se despidió, con un cansancio sonriente, acompañada de su mochila vacía.
Continué mi caminata, y me dije: “Ya tengo el tema de la próxima columna”.

Y me quedé pensando: en ocasiones uno puede tener la sensación de haber vivido con anterioridad algún pequeño episodio, alguna frase, alguna sensación. Yo sentía que toda la escena la había ya vivido, de principio a fin… Como dijo la chica, el libro es una novela, su título Casualidad, su autora Berenice De Gante T. 

La portada contiene la imagen de un castillo, en la contraportada vemos un caracol, una estrella de mar, y una concha; en el interior hay dibujos de sirenas y burbujas, y la numeración va señalada a través de peces. Como diseñadora aparece el nombre Emma Torres.

La novela está dedicada a la madre de la autora; va precedida de un Prólogo, al que siguen un total de veinte capítulos, concluyendo con un Epílogo.

Retomo una frase del texto, presente en el Prólogo y en la Contraportada, como símbolos de inicio y fin, de circularidad: “Desterrados por su imprudencia, estos dos ciudadanos del mar se verían obligados a vivir fuera de su mundo”.

La casualidad trascendió del título, e hizo posible que una chica vendiendo novelas se acercara a una mujer que las lee, que te invita a leerlas.

Ella tenía razón, había sido un buen día.

Yo le doy las gracias.