El PAN yucateco está en el proceso de renovación de su Consejo Estatal. Este órgano -aunque disminuidas en virtud de una reforma estatutaria- conserva atribuciones de suma importancia como la de orientar la acción política de la institución en Yucatán.

Este Consejo, merced a diversas circunstancias adversas, ha estado padeciendo una especie de “adormilamiento” que es menester abandonar y a cuyo objetivo se encamina  -los primeros datos así lo indican– el panismo yucateco. Es un invaluable espacio de deliberación en el que, si están presentes la inteligencia, la creatividad y la rectitud de propósito, puede ayudar a restablecer el buen camino. Este primer trecho de su proceso –sus asambleas municipales– ha estado desarrollándose en un envidiable ambiente de camaradería democrática y participación de su militancia; lo cual felizmente contrasta con anteriores eventos en los que la nota eran el escándalo y la división.

“Una golondrina no hace verano” y no hay que cantar victoria antes de tiempo porque el actual proceso no ha concluido y en el año al PAN yucateco le esperan otros quizás más complicados. Pero de que es una buena noticia esta primera parte no hay duda. Lo es para sus militantes y para la sociedad. A todos conviene una institución política sólidamente cohesionada. Mucho más cuando en el gobierno estatal la impunidad y la protección a la corrupción siguen imperando.

Al PAN yucateco le faltarán desde luego mayor dinamismo, combatividad, formación doctrinal, acompañamiento crítico a sus autoridades, etc., pero una buena base  será la cohesión de sus integrantes en su diversidad.

Aun cuando es imposible sustraerse totalmente, bueno será que el PAN yucateco no se contamine de los yerros de sus liderazgos en sus procesos de renovación nacional y privilegie la cohesión estatal. Por de pronto, parece ser, hay un buen comienzo.