Un mundo raro

Será mejor mantener al cerebro atrofiado: usarlo produce muchas tribulaciones.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Vivimos en un mundo raro. Tal vez así ha sido y seguirá siendo la vida de la humanidad, pero vale la pena destacar que generalmente —al menos en México— pensar, estudiar, analizar, discernir, dialogar y conciliar, producen dolor de cabeza. Será preferible —y más productivo—, ante cualquier idea o suceso, injuriar, descalificar y linchar al de enfrente. 

Podemos ignorar el tema del que hablamos, pero no faltarán los motivos para asumirnos víctimas ultrajadas o valientes defensores de las causas más nobles, santas o revolucionarias y progresistas. Será mejor mantener al cerebro atrofiado: usarlo produce muchas tribulaciones.

Confiamos en que la injuria mata al argumento, y la percepción a la realidad. Además, cada quien se conforma con ver —y hacer suya— solamente una cara de la moneda; la otra es invento despreciable de ignorantes y perversos.

Pronunciamos encendidos discursos en defensa de la pluralidad y de nuestro derecho a pensar libremente y a disentir; pero Dios libre al mortal que se atreva a opinar diferente. 

La Constitución y las demás leyes protegen la vida, la honra, la libertad y otros muchos derechos de los seres humanos; sin embargo, no somos capaces de armonizar con responsabilidad y sensatez esos bienes jurídicos tutelados.

Ejemplos sobran: el aborto, las bodas homosexuales, el bullying, el futbol, el calendario del Congreso, los circos sin animales y todo asunto imaginable. 

Lo primero que aparece son sentencias lapidarias y descalificaciones. Queda poco tiempo para la ciencia, la conciencia y la responsabilidad. Frecuentemente prevalecen la voluntad o el capricho de quienes se pueden imponer. No importa agredir al débil o acabar con tradiciones de siglos.

En razón de espacio solo preguntaré:

1.- ¿Para qué conciliar, con razones, la defensa jurídica del supremo derecho a la vida del embrión humano —siquiera como se protege al de las tortugas— con la defensa jurídica de la libertad de la mujer para decidir responsablemente su maternidad si está clara la disyuntiva: matar impunemente al no-nato o mandar a la cárcel a las “asesinas”? ¿Será imposible, apoyados en la ciencia, coincidir en qué momento empieza la vida humana, y cómo proteger eficazmente ambos derechos?

2.- ¿Será imposible crear instituciones jurídicas que permitan, sin discriminaciones, confusiones ni atropellos, la realización humana de heterosexuales y homosexuales?

¿De verdad, para la homosexualidad, las únicas opciones sociales serán: perseguirla, tolerarla, promoverla o hacerla obligatoria?

Si para legislar las cuestiones amorosas lo único que cuenta es la voluntad de cada quien, ¿qué hacer con la poligamia y la zoofilia, al amparo de la diosa libertad?

Invito a los lectores a razonar, con respeto a los demás y, a propósito, lea usted a Marín y a López-Dóriga en MILENIO del viernes pasado. Se refieren al ya famoso y controvertido grito futbolero: “¡Puuuutoo!”. Opinan diferente, pero se respetan. En esta coincido con Joaquín; lo contrario sería un ASALTO A LA RAZÓN.

Lo más leído

skeleton





skeleton