Un Rosario de oro laminado
La obra “Rosario de Filigrana” está llena de errores de dirección, una iluminación que no me decía nada y una producción muy pobre.
Nunca condenaría el teatro, porque sería un enemigo de mi país, según Voltaire, no se quién es ese, pero si es Voltaire, a lo mejor chambea en la Comisión Federal de Electricidad, mare con esos no me meto porque te la cortan, y de por sí está media escasa; el martes fui al siempre majestuoso teatro Peón Contreras a ver la obra “Rosario de Filigrana” y me han preguntado qué opino, sólo viene a mi mente que la hipocresía es el colmo de todas las maldades, bueno eso dijo Don Moliere, algunos que saben consideran a Moliere, el padre de la comedia, yo quisiera conocer pero a mi padre, porque sólo conozco al que pagó los gastos…
Pero por lo dicho palabras atrás voy a decirles que esa mágica atmósfera que te da un teatro me trasladaba en cada suspiro a las reminiscencias del teatro que durante más de un siglo ha cuidado y mantenido a flote mucha gente, incluidas seis generaciones de los Herrera, y al abrirse el telón inició la desilusión al ver la falta de respeto a una joya de nuestro Teatro, llena de errores de dirección, con elementos básicos, como el dividir la escena con un decorado medio, y utilizar todo el foro, eso es cosa del abc, una iluminación que no me decía nada, y una producción muy pobre, sin utilizar un solo decorado que abarcara todo el escenario, el Sr. Encalada tiene unos hermosos, pero que hay que pagarlos, y el histrionismo: no creo que alguien que ve por vez primera la Torre Eiffel no se asombre, y en la obra aparece como si estuviera frente a una veleta de su patio…
Aplausos para Andrea Herrera, Enrique Cascante, Mari Carmen Pérez y Milton Acereto, pero, finalmente, como dice Chaplin: el tiempo es el mejor autor: siempre tiene el final correcto.