Una casa, un árbol

Se me ocurrió que una forma de contribuir y contrarrestar la deforestación es que cada casa, como regla irrompible, tenga un árbol.

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Con este estado de ánimo de protección al planeta de amor y paz, resultado del Día Mundial del Medio Ambiente, todos nos volvemos por unos instantes mejores personas, plantamos un arbolito, adoptamos plantas que regala alguna asociación o autoridad, subimos las fotos a las redes sociales y compartimos información, datos y pensamientos ecológicos, pero qué estamos haciendo para que estos comentarios “verdes” aporten a la realidad.

Esta pregunta viene a mi mente cada vez que se conmemoran estos días o me toca cubrir algún evento de reforestación en desarrollos habitacionales, porque el espíritu solidario con la tierra está en el momento y unas semanas después, visitando el mismo lugar, me doy cuenta que los árboles adoptados están abandonados, secos o muertos.

Entonces se me ocurrió que una forma de contribuir y contrarrestar la deforestación es que cada casa, como regla irrompible, tenga un árbol; quizá no equiparemos el daño, pero al menos cada hogar tendrá un poco de sombra y, con ese efecto multiplicador, lugares como Ciudad Caucel pueden pasar de ser una plancha de cemento a un espacio amigable con el medio ambiente.  

No tenemos que esperar a que alguien siembre masivamente, o nos den arbolitos, sino todos, desde sus metros cuadrados, podemos lograr un impacto macro a largo plazo. Empecemos hoy, una casa, un árbol. 

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