Lo ha dicho con énfasis la secretaria de Turismo federal, Claudia Ruiz Massieu: “Un destino competitivo debe ofrecer servicios de calidad e infraestructura moderna”.

Tiene mucha razón. Además de los atractivos, capacitación, atención privilegiada,  promoción y comercialización del producto turístico, los destinos deben ofrecer al menos una infraestructura adecuada, tarea que no sólo le compete a las autoridades sino también a los prestadores de servicios del sector privado.
 
Por múltiples razones, en Cancún las obras en el centro no han podido concluirse, ya sea por culpa de activistas, clima inapropiado o mera burocracia. Debieron estar listas en marzo, luego para el Tianguis Turístico de mayo y después para este periodo vacacional de verano, iniciado el pasado fin de semana.
  
Se aplaude la inversión inicial tripartita (de los tres niveles) cercana a los 50 millones de pesos y el esfuerzo por dignificar una zona olvidada por las administraciones anteriores, donde ocurrían delitos de todo tipo, incluso de alto impacto; sin embargo, con la misma seriedad deben criticarse los motivos de la demora, en perjuicio de ciudadanos y visitantes.

Que la avenida Tulum -entre Cobá y Uxmal- será más funcional por el carácter peatonal, habrá de ser una cualidad a juzgar cuando se concluyan las faenas, no antes. Lo cierto es que hoy nadie pasea a gusto con materiales de construcción tirados, maquinaria, tráfico y un calor agobiante. 

El proyecto forma parte del Plan Maestro para rescatar la zona fundacional de Cancún y cumplir un anhelo de los cancunenses: Disfrutar un centro limpio, seguro y grato a la vista. Pese a la oposición de ciertos grupos en torno a la estética, la realidad es que nadie podría condenar el intento por mejorar la avenida principal. Menos, cuando esta obra representa el arranque de un proyecto que busca reactivar casi 7 kilómetros de vialidades primarias de la misma zona, algo que está en veremos debido, entre otros factores, al atraso en la Tulum. Pero háganlo bien.

Por lo pronto se sabe que el proyecto integral requeriría una inversión calculada en 700 millones de pesos, aunque las etapas siguientes y su alcance se definirán según los presupuestos.

Si muchos coinciden en que la consigna de la secretaria Ruiz Massieu es correcta, también otros tantos la consideran oportuna en el caso de Cancún, donde los servicios públicos son de regular calidad debido a la explosión demográfica y al consiguiente crecimiento de colonias irregulares. 

La oportunidad de reparar lo mal hecho se presentará pronto, cuando se apliquen el Programa de Desarrollo Urbano, el Plan Nacional de Infraestructura y las Agendas de Competitividad para Destinos Turísticos, los cuales otorgarán una nueva imagen a una ciudad en constante transformación y que requiere adecuaciones sobre la marcha.

Por ahora es necesario redoblar esfuerzos para concluir satisfactoriamente las reparaciones en el centro y contribuir así a la competitividad. Si se logra, habrá mayor atracción de flujos turísticos, un objetivo perseguido por las autoridades de los tres niveles debido a que éstos generan mayor derrama.

La importancia de trabajar con orden y rapidez en el centro reside en que, al configurar pronto una atmósfera de bienestar, ésta se propagará hacia el resto de la ciudad, lo cual será agradecido por los habitantes de zonas más alejadas y no sólo de quienes viven o laboran en áreas céntricas.

Hoy el dilema no debe ser si detener los trabajos durante el mes de vacaciones, sino cómo acelerarlos sin afectar más la imagen y la dinámica ya alteradas.

Debieron trabajar convencidos de la siguiente premisa: Se debe dar lo mejor a los casi dos  millones de turistas que visitarán Quintana Roo, muchos de los cuales estarán en Cancún, aunque sea de paso, para tomarse la foto del recuerdo.