Una iglesia con Alma
Mucho más allá de los yerros que pudieran parecer inherentes a su circunstancia de poder material, la Iglesia en su esencia de entidad espiritual.
Nuevo ejemplo de fortaleza institucional y espiritual nos ha dado la Iglesia Católica. Siendo milenaria y a pesar de los múltiples retos, problemas, errores y varias escisiones sufridas a lo largo de la historia, sigue manteniendo una vigencia y una cohesión que es admirable.
En la historia se han visto surgir organizaciones que por su aparente fortaleza parecían indestructibles para luego verlas derrumbarse estrepitosamente. Baste recordar esa estructura que constituyó el “Bloque Comunista” que, de ser una maquinaria que parecía invencible, sucumbió finalmente para beneplácito de la libertad.
Bien decía Carlos Castillo Peraza que en la historia sólo subsiste lo que tiene alma. Si lo que mantiene una organización es sólo la fuerza (militar, económica, etc.) o el simple interés del poder material y no se cuenta con principios y una escala de valores espirituales, lo que termina aconteciendo es su desmoronamiento; “se carcome a sí misma: es una serpiente que se muerde la cola”, añadía.
Mucho más allá de los yerros que pudieran parecer inherentes a su circunstancia de poder material, la Iglesia en su esencia de entidad espiritual y basándose en los principios y la fe que le dan ánima, ánimo, alma, sigue presente respondiendo al requerimiento de guía espiritual y solidaria para un mundo sumido en el egoísmo.
La elección del Papa Francisco viene a revitalizar esta labor. No reniega de la herencia de sus antecesores. Por el contrario, con base en ella se apresta a cimentar una Iglesia más cercana y con opción preferente por los pobres sin caer en excesos populistas.
Gran tarea la que le espera y tendrá éxito en la medida que católicos y no católicos reflexionemos y contribuyamos en este sentido. Por de pronto, su noble sonrisa y sus primeras actitudes dan esperanza a un mundo que necesita de alma.