Una pioja realidad

Los mexicanos dentro y fuera de línea somos en extremo particulares respecto a la aplicación de la justicia y legalidad...

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Los mexicanos dentro y fuera de línea somos en extremo particulares respecto a la aplicación de la justicia y legalidad. Clamamos por la verdad, pero no la aceptamos en todos sus escenarios y contextos. 

Cuando el anterior director de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfeld fue cesado por uso indebido de recursos públicos, las redes sociales celebraron con bombo y platillo el éxito social logrado, pues quien cayó víctima del poder social fue un "pez gordo" del sistema, producto de un hecho concreto, real, comprobable e imputable. 

Ahora, el cese hace un par de días de Miguel Herrera como director técnico de la selección nacional de fútbol demostró el otro lado de la moneda digital. La aplicación del reglamento, de las leyes del "bien decir" y la exigencia que emanó de las redes sociales desde el desastroso desempeño en Copa América no causó satisfacción, si no indiferencia, sospechosismo, e incluso, desprecio. 

Los usuarios consideraron, casi por unanimidad, que la separación de "El Piojo" fue una cortina de humo para "olvidar" la fuga de Joaquín Guzmán Loera, la caída del peso frente al dólar, o el aumento en el número de ciudadanos en niveles de pobreza. No importó que la medida haya sido correcta, y apenas dos días antes, una exigencia; pues para el mexicano común, la justicia no es tal, cuando no ocurre en el contexto de lo él considera importante. 

Esta extraña filosofía nacional, trasplantada a la web, ejemplifica la inclinación mexicana por el todo o nada: campeones o rabones; justos o delincuentes. Para las redes sociales, la realidad tiene niveles y categorías, y el cumplimiento de la ley no tiene el mismo impacto, a menos que puedan llevarse a alguna persona importante "entre las patas". En otras palabras, en internet, la balanza de la justicia no está ajustada. 

Este desprecio por la realidad "de menor valor" condena a la comunidad "internetera" a parecer -o ser- considerada sin seriedad, voluble e imposible de satisfacer con la sencilla realidad de la aplicación de la ley. En las redes sociales, un golpe de mano no sólo tiene que poner orden, debe romper la mesa para que sea tomado en serio. 

"El Piojo" fue víctima de sus errores y se le aplicó el reglamento por donde menos se esperaba: se fue por indisciplina, no por los magros resultados. Cometió una conducta reprobable aquí y en China y se le cesó, tal cual a Korenfeld y el "helicoptergate"; pero en a psique de las redes sociales esto no es suficiente. 

La caída del director técnico no es "relevante" comparada con los grandes problemas nacionales de corrupción e ingobernabilidad, se dice en la red, y no sin razones. Sin embargo, ¿podemos juzgar a todos bajo la misma regla? En internet sí, a costa de descontextualizar un hecho concreto para llevar "agua al molino" de los otros problemas, demeritando la aplicación de justicia, en lugar de que ésta sirva de ejemplo de que, aún en esta sociedad tan corrompida, la ley tiene margen de acción. 

Los pendientes son muchos. Los periodistas agredidos en algo más que un golpe en la nuca y un insulto verbal son aún más. Cierto, la red pareciera “olvidarlos” porque no se clama con la misma intensidad su desaparición. ¿Qué tuvo Martinolli que no tienen los demás casos? La respuesta puede no gustar: a nosotros detrás del teclado, hablando de los hechos, no conjeturando o conspirando.

El país no va a mejorar porque el entrenador haya sido retirado, pero en la web se debería tomar en cuenta el hecho que, con las pruebas concretas en cada "tweet" y sin la odiosa necesidad de editorializar los hechos, es posible presionar para extirpar aquello o a aquellos que causan daño al entramado social, y tener muy presente que las redes sociales no tumban a ningún personaje, sino sus acciones.

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