Vacaciones de verano

Empresarios proponen restablecer el descanso escolar de julio y agosto, para que padres e hijos estén en condiciones de gastar dinero.

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Una vez más, un pequeño grupo de dirigentes empresariales intenta convencernos de que su interés en hacerse aún más ricos es un fin que la sociedad toda debe procurar. En esta ocasión, su razonamiento es que, en lugar de acudir a clases, los escolares deben estar de vacaciones dos meses en el verano, para que padres e hijos estén en condiciones de gastar dinero, en lugar de perder el tiempo estudiando o trabajando.

Tal pretensión ha provocado iras, risas y, supongo, más de un dolor de cabeza en el gobierno del Estado. Sin embargo, si se ignoran los argumentos de los proponentes, la idea de restablecer el descanso escolar de julio y agosto no es descabellada.

Una de las principales razones de un largo asueto de verano es el clima. Si bien en Yucatán los peores calores son en primavera, es en el verano cuando éstos son más prolongados. En esos meses resulta insoportable estar encerrado en un salón de clases, y las posibilidades de un aprendizaje real se ven tan abatidas como las víctimas del nuevo calendario.

Por otro lado, la experiencia de los países desarrollados demuestra que la pretendida relación entre tiempo de clases y calidad educativa es un mito. En Francia, las escuelas están de vacaciones en cuatro períodos de quince días entre septiembre y junio, más al menos dos meses en el verano, sin contar que en las primarias no hay clases los miércoles, y nadie puede pretender que su nivel educativo esté por debajo del de México. Cantidad no hace calidad.

Finalmente, es necesario reconocer que la formación académica de las personas debe tener espacios más allá de la escuela, tanto en los servicios culturales que la población requiere como, muy particularmente, en los medios de comunicación, especialmente en la televisión, que diariamente desteje lo que la escuela malamente teje.

Aumentar las horas que un niño pasa en el aula no es más que una simulación de mejora educativa. El incremento de días de clase, que empezó hace ya décadas, no ha logrado abatir la pésima formación académica de los egresados de la mayoría de las escuelas de educación obligatoria.

Las vacaciones no son una pérdida de tiempo, sino la oportunidad de nuevas vivencias para los alumnos. Dos meses de veraneo pueden hacer más por su formación que encerrarlos en sofocantes salones.

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