Valores en retroceso

El robo reiterado, más allá de una travesura o “maldad”, sólo evidencia los primeros pasos a un futuro delincuencial.

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En plática con mi hijo el pasado fin de semana, me comentaba preocupado sobre los cada vez más frecuentes escándalos en las escuelas y el reciente robo perpetrado  contra uno de sus mejores amigos.

Dentro de los problemas actuales  en el seno de las instituciones educativas, sin duda el primer lugar lo ocupa el bullying; el segundo, el trato inequitativo a los educandos por los directivos, con base en los recursos económicos de los padres, y en tercer lugar colocaría la evidente decadencia en cuanto a valores y principios exhibida entre muchos con la  falta de respeto a la propiedad ajena.

Regresando al evento que motiva mi columna, destaco  que el robo reiterado, más allá de una travesura o “maldad”, sólo evidencia los primeros pasos a un futuro delincuencial.

De lo anterior podemos abundar revisando el  entorno cotidiano, plagado de violencia,  que por deficiencias y sesgos en el andamiaje legal les permite navegar impunemente a miles de perpetradores, quienes, a pesar de los hechos, salen victoriosos gracias a múltiples argucias de litigantes sin escrúpulos. 

Mi inquietud radica en que esa actual  falta de control y fomento de principios y valores  podría repercutir en el comportamiento de nuestros futuros profesionistas, en quienes depositaremos nuestra confianza y los destinos de quienes vivimos en este Yucatán de nuestro México moderno. 

Convendría preguntarnos por qué esta tendencia poco ortodoxa de comportarse de algunos jóvenes, y me inclinaría a pensar que, en aras de la modernidad y la psicología, hemos reducido en gran medida las normas disciplinarias. En el mismo orden de ideas,  existen instancias extraescolares a las cuales muchas veces  se recure -por cualquier evento- con el afán de evitar la sanción o menguar el castigo que inclusive amenace de forma real o sentida la permanencia del educando en dicha institución.

El problema es multidimensional y cualquier opinión, experiencia o propuesta es válida cuando de educación hablamos. Seguimos sin tener lineamientos y reglas claras, derivado de la falta de apertura y participación de los  ciudadanos que de forma consensuada e inteligente construyan políticas públicas eficientes.

Es incuestionable que las  actitudes negativas nos son privativas de un nivel socioeconómico y mucho menos de estructuras educativas. Vivimos en un mundo globalizado y mediático, donde las experiencias definen comportamientos y unifican respuestas, con un lenguaje común que incita a vivir nuevas experiencias que aporten elementos novedosos e impongan un nuevo reto para sus “iguales”.

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