Valorización personal

Soy autónoma y a la vez interdependiente. Me he dado cuenta que mi existir no está en función de otras personas. Por lo tanto, soy y dejo ser.

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Yo soy yo y mis circunstancias.-  José Ortega y Gasset, filósofo

En lugar de preguntarme qué quieren los demás de mí y cómo complacerlos, me pregunto: quién soy yo y cuáles son mis propios deseos, qué cosas me hacen feliz, cuáles son mis talentos, cuáles son mis logros y cuáles son mis proyectos. Al responder estas preguntas he crecido y me he encontrado a mí misma. Me encanta descubrirme, sin copiar a nadie. Soy “original” y más auténtica cada día. 

Soy autónoma y a la vez interdependiente. Me he dado cuenta que mi existir no está en función de otras personas. Por lo tanto, soy y dejo ser. Hago propias las palabras del papa Francisco: “¿Quién soy yo, para juzgar (a otros)?”. Mis relaciones familiares, de amigos y de trabajo son de colaboración y respeto, serviciales más no serviles; he aprendido a pedir y a recibir ayuda y no solamente a darla. Soy diferente a mis hijos y nietos, pues pertenezco a otra generación. Los amo, me llevo bien con ellos, sin criticarlos, y trato, sinceramente, de comprender lo que no puedo entender, ya que muchas de sus maneras de afrontar y vivir sus vidas no están en mi catálogo. 

Me esfuerzo en ver lo bueno que tienen mis hijos y sus esposos y esposas dándole gracias a Dios que tengan su propia dinámica en sus interrelaciones familiares, aunque sean, a veces, tan diferentes a las que se vivieron en mi familia. 
Al ser espectadora de la vida de mis hijos disfruto sus aciertos y sus logros, ya que ganan en experiencia y fortaleza para afrontar adversidades y ganarse a pulso su bienestar integral con trabajo honrado. 

Practico el “desapego emocional” con mucho amor, sin embargo, no son la única razón de mi vida. No soy madre omnipresente porque, si así fuera, ¿cómo aprenderían a ser autónomos y responsables de sus opciones y decisiones? 
No doy consejos, pero sí estoy cercana para escuchar sus proyectos, preocupaciones y alegrías. Cuando me preguntan qué hacer, respondo con otra pregunta que los haga ejercitar su inteligencia y encontrar por sí mismos la respuesta. 
Los animo, les doy mi voto de confianza, sugiriéndoles que analicen sus alternativas. Creo firmemente que cada quien es experto en su propia persona y protagonista en el escenario de su vida.

Amado Nervo escribió: “… porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino”. 
Comparto su sabiduría.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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