¡Váyanse al ca..., yanquis de mi...!

Grandes momentos nos proporcionó Hugo Chávez Frías para que sus enemigos, esa parvada de imperfectos idiotas latinoamericanos en busca de manual.

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Ya veo a los señores capitalistas, a los cachorros del imperio, niños mimados del Tío Sam, celebrando la caída del comandante Chávez, organizando actos celebratorios, grotescos y decadentes de Washington a Miami, de San Francisco del Rincón a Harvard, pensando que pisarán nuevamente lo que fue Caracas ensangrentado.

Solo le pido a Dios que no les seamos indiferentes y que esas festividades impías de los agentes contrarrevolucionarios no impliquen la organización de “Harlem Shake”, que ya es una cosa de por sí más pasada de moda que el reguetón y el “Gangnam Style” que ni PSY quiere ya bailar.

Yo digo que el próximo que emprenda esa dudosa coreografía sea condenado a hacerles las visitas de cortesía a la maestra Gordillo en Tepepan, para sustituir a todos sus amigos, compinches, contlapaches y vivales que la rodeaban cual zánganos y que ahora la niegan como Videgaray a las tarjetas Monex.

No se equivoquen; no se puede festejar un deceso como el de Hugo Chávez, sobre todo porque le ponía sabor al de por sí aburrido caldo de la política internacional.

En un planeta atiborrado de aspirantes a estadistas, tristes repetidores de discursos, el venezolano armaba grandes espectáculos a ritmo de rancheras que nadie podrá soslayar.

Inolvidables sus bravatas legendarias contra el imperio y sus achichincles, sus confrontaciones con un Fox desangelado y muino, aquel momento inmarcesible en el que en el pleno de la  ONU el bolivariano comenzó a decir que olía azufre porque Bush había pasado por ahí.

Grandes momentos nos proporcionó Chávez Frías para que sus enemigos, esa parvada de imperfectos idiotas latinoamericanos en busca de manual, quieran hacer tabla rasa con su historia.

Cómo sería de buena onda el ilustre militar mil veces heroico que nunca demandó a Jelipillo por usar su dichosa imagen y palabra para desprestigiar al Peje.

Dicho además en los tiempos en que por menos de eso Bush mandaba nada quirúrgicos misiles Tomahawk. Más o menos lo que aquí le pasa a quienes critican la reforma educativa, pero con la Unidad de Inteligencia Financiera. ¿Por qué no habrán inventado esa dichosa unidad en los tiempos de Moreira, Yarrington, mi góber Precioso & friends?

Lo bueno es que ya con la rebajada que le dieron al fuero (menos al tlatoani presidencial, claro), estas cosas ya no van a pasar y la impunidad.
Por suerte siempre quedará constancia de aquellas palabras que, sin duda, deben convertirse en el epitafio de Hugo Chávez: “¡Váyanse al carajo, yanquis de mierda!”

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