Les llamaban colonos y vivían en Puerto Balleto, Nayarit. Era un pueblo como de pescadores donde cada jueves llega el barco de la Marina desde Mazatlán, con víveres y materiales diversos, familiares de los colonos y, en ocasiones, nuevos habitantes para el penal de Islas Marías.

A nuestro arribo, en el ya lejano 1976, escuchábamos las notas que desgranaba un conjunto:  “Fue en un cafeeé/donde yo la dejé/fue en un cafeeé/donde la vi llorar...”, mientras en el muelle recibía los cabos del guardacostas “Arriaga” Pancho Valentino, un ex luchador que había dado muerte a un sacerdote al entrar a robar a una Iglesia en la ciudad de México.

Sí, las familias (niños incluidos) convivían con ladrones, narcotraficantes y asesinos, pero había tranquilidad. A la tripulación se le permitía bajar a tierra y participar en las actividades de los colonos en el parque. Luego, zarpábamos la noche del jueves  para amanecer en Mazatlán.

¿Cuándo se alteró esta tranquilidad en Islas Marías?, nos preguntamos luego del motín del sábado en lo que ahora es un Complejo Penitenciario donde el Gobierno proyecta una nueva fortaleza que haría de María Madre (la mayor de las tres islas principales: las otras son Cleofas y Magdalena), un islote de altísima concentración de reos.

En la revuelta del sábado participaron unos 650 reclusos del campamento Laguna del Toro, quienes quemaron colchones para denunciar los pésimos servicios que les brindan. Las autoridades violentaron a Islas Marías, y ahí va la CNDH a comprobarlo.

Las irregularidades fueron comentadas en su momento en el Foro Islas Marías, creado por familiares de los internos, en el sitio web sipse.com. El martes pasado, en su oración semanal pidieron a Dios: “Dales los medios necesarios para que tengan comunicación con nosotras, dales el pan de cada día, y el abrigo que los cubra cada noche”... algo que quizás no hicieron las autoridades.