Waantul y la Cueva Chuyenbalam
El caporal salió a caballo para encontrar la mejor pieza de ganado para capturarla para su patrón, pero el toro lo llevó a una cueva de donde jamás volvieron a salir.
A principios del siglo XX, el hacendado de Calcehtok, Opichén, se comprometió con sus amistades y les ofreció una gran comida.
Llamó a su caporal y le dijo que buscara al mejor toro de su propiedad para ese día. Al amanecer, el fiel empleado salió a caballo para cumplir el encargo que se le había hecho. Durante todo el día estuvo buscando la mejor pieza de ganado para capturarla.
Fue casi noche cuando vio a un enorme toro de impresionante figura. De inmediato trató de lazarlo, pero el animal esquivó la reata. El vaquero hizo varios intentos por aprisionar a la bestia.
El gran bovino fue dirigiendo a su perseguidor hacia una gran caverna vertical llamada Chuyenbalam, temida por todos, pues nadie había llegado al fondo y se decía que era la entrada al Metnal. La oscuridad tendía su manto y estaban próximos a la citada cavidad cuando el toro se dejó atrapar. Sin embargo, con su descomunal fuerza, jaló a caballo y jinete hacia la profundidad de la cueva de donde jamás volvieron a salir.
Al día siguiente, el hacendado mandó a buscar al caporal pero nadie supo dar razón. Fueron los expertos rastreadores locales quienes descubrieron las huellas del caballo y el toro en el borde de Chuyenbalam. Ellos dijeron: fue obra de Waantul, el dueño del ganado.