Walton debe saber ahora contra quién hay que pelear

Gobernar en las zonas de horror del México del siglo XXI impone un mínimo de mesura, sentido común.

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La tragedia tocó temprano al presidente municipal de Acapulco, Luis Walton. Apenas unos meses después de asumir el cargo.

Ayer, desdibujado, cuesta arriba, reclamó ayuda al Presidente de la República, a ese personaje al que hace medio año repudiaba flanqueando a Andrés Manuel López Obrador, llamándolo producto de la imposición de la mafia.

Áspera fortuna la de Walton después de la violación de las seis españolas en las playas de Acapulco. Hay algo de Shakespeare en esta historia. Porque el crimen, aunque es mudo, al final habla con lengua milagrosa.

Walton sabe ahora que, como otros gobernantes locales, no tiene mejores opciones que pedir refuerzos al Presidente de la República para librar la desgracia de la violencia. “El día de hoy”, dijo también ayer, “no hemos visto el apoyo del Presidente y le estamos exigiendo que regrese a ver Acapulco, que es también parte de la república; queremos su apoyo todos los acapulqueños”.

Es el mismo apoyo sucesivo que gobernadores y alcaldes exigieron a otro presidente entre 2007 y 2012, y que Walton y los suyos satanizaron como la absurda, irresponsable guerra de Calderón.

Gobernar en las zonas de horror del México del siglo XXI impone un mínimo de mesura, sentido común. Un mínimo de humildad. Y arte para medir los lamentos. Quizá Walton y los suyos comprendan ahora quiénes son los verdaderos hijos de puta en la narrativa nacional.

No es la “mafia que les roba elecciones e inventa guerras para ganar legitimidad”. Son los violadores de la Bonfil, de Barra Vieja, donde tantas veces comimos pescado a la talla.

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