Y el conejo le dijo al burro: “orejón”

La actuación de taxistas sindicalizados en Quintana Roo, en términos generales, es sólo comparable con la de filibusteros en las épocas de la colonia...

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La actuación de taxistas sindicalizados en Quintana Roo, en términos generales, es sólo comparable con la de filibusteros en las épocas de la colonia, comandados por un capitán cuyo único código de conducta fue (como es hoy) aprovechar lo ajeno para acrecentar su riqueza personal. Muy pocos personajes de la tripulación tenían derecho a obtener beneficios de las incursiones en contra de naves mercantes o las de traslado de valores desde las colonias del nuevo mundo a los imperios europeos (también como hoy).

De los días de “El Tigre”, Ricardo Reyes Mora, en el Sindicato Único de Choferes de Automóviles de Alquiler (Suchaa) en Chetumal, poco recuerdo. Incluso las veces que acudió al juzgado para afrontar denuncias en su contra, utilizando una camioneta Suburban azul, con tremendas llantonas y rines deportivos, se me perdieron en el triste recuerdo del botín que ha significado la dirigencia sindical de los taxistas.

Cuando designaron secretario general a Rubén Pelayo Kuc, yo reporteaba para otro me-dio de circulación estatal. El jolgorio vespertino en el local del Suchaa, justo a un costado de las oficinas, sobre la misma calle Mahatma Gandhi, donde ahora es estacionamiento del sindicato, atrapó a no pocos compañeros de la prensa. Pelayo departía con todos y yo, sentado a su mesa, fui parte del grupo que le escuchó decir, cerveza en mano: “nos va a ir muy bien. Nomás denme chance de acomodar las cosas y van a ver”.

Y sí vimos. En una primera escaramuza, sin disimular, como tampoco lo ha hecho Eliezer Argüelles Borge, actual líder de taxistas capitalinos, Rubén Pelayo se colgó tres cadenas, brazalete y anillos de oro, primer síntoma de la bonanza. Luego, apoyado por un equipo de operadores, logró pasarse los estatutos por el arco del triunfo, y se quedó casi cuatro períodos al frente del sindicato.

Sin embargo, la jugada magistral, la que debiera sentar precedente sobre los alcances de la desfachatez de esta clase de dirigentes, es lograr, por acuerdo de asamblea, de manera unánime y con firma de todo mundo, que no se le requiera, ni entonces ni en lo que le resta de vida, 11 millones de pesos provenientes de la gasolinera del gremio, Servicio Kohunlich, presunto desvío que ya le valió una denuncia penal por fraude, aunque esta duerme el sueño de los justos en algún cajón de la Procuraduría General de Justicia del Estado.

Del tesoro logrado con cada incursión a las arcas del Suchaa, Rubén Pelayo Kuc compartió con un primer círculo de aduladores, identificados todos por el grosor de la cadena de oro, esclavas y anillos que cada uno luce, sin temor a ser asaltados.

Otros miles de taxistas siguen partiéndose el lomo dos turnos para sacar el sustento familiar, en espera de que un buen día les toque por fin su cada vez más devaluada placa del servicio público de taxi.

Pero esto queda en familia. Lo que ha ido aconteciendo en la Riviera Maya me parece tanto o más grave porque trasciende las fronteras del país, con una negra recomendación de los turistas extranjeros víctimas de atropellos orquestados por taxistas de Tulum, Playa del Carmen y hasta de Puerto Morelos, paseantes atracados literalmente por estas organizaciones que, sin reserva alguna, interceptan unidades de trasportadoras turísticas para arrebatarles el pasaje, enarbolando la bandera de “defensa de sus derechos”, dando paulatina-mente al traste con la imagen turística de los más atractivos polos con que cuenta Quintana Roo.

En su arrebato estúpido, no reparan en que están pateando el pesebre, porque en aquella región todos viven del turista, esa gente que viene a gastar su dinero en nuestro estado, base fundamental de la actividad económica a distintos niveles.

Igualmente ha pasado en José María Morelos, Lázaro Cárdenas y Felipe Carrillo Puerto. Pero la gracia con la que cuentan los gremios taxistas tendría que tener ya un freno. 

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