¿Ya llegaste a la tercera edad?

Sí, el tiempo nos llena de arrugas, pero no hay que dejar que se nos arrugue el alma.

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El 23 de julio pasado cumplí 65 años. Entrar a la tercera edad me hizo reflexionar sobre los años vividos y los que Dios, en su generosidad, espero me conceda. Ahora entiendo que la risa arruga la cara, pero no reírse arruga el alma. Me he dado cuenta que la falta de buen humor al envejecer ha enriquecido a los cirujanos plásticos. Por eso hay que reír y aceptar los años y los achaques que éstos traen.

Cuando llegas a la tercera edad casi todo duele y lo que no duele, casi no funciona. Es cuando uno empieza a pensar en una casa más pequeña con un botiquín más grande. Pero hay que tratar de llenar cada día con alegría, entusiasmo y con un poco de amor.

En estos años he visto que todos los hombres quieren vivir mucho, pero ninguno quiere ser viejo. Me he dado cuenta que me hago más viejo cuando las velas salen más caras que el pastel. Y lo más curioso es que en estos años, no se por qué, mis amigos parecen más viejos que yo aunque tengamos la misma edad. Esto se debe, tal vez, a que cada día me lleno de optimismo y al verme al espejo me echo un piropo.

Suponemos que la llamada tercera edad debe andar entre los 45 y los 95 años, pero no sabemos bien a qué altura. Sí, el tiempo nos llena de arrugas, pero no hay que dejar que se nos arrugue el alma. Debemos vivir cada día como si fuera el último, de nuestra existencia, con alegrías, ilusiones y esperanzas.
Es triste pero real. 

Puede ser que se adquiera más sabiduría con la edad, pero ésta se pierde junto con la memoria. Durante la vejez, conforme se va adquiriendo más sabiduría se van olvidando los modales. Te das cuenta que has llegado realmente a viejo cuando una joven te ofrece su asiento en el autobús, o en el cine.

Estos años me han dado más sabiduría para aceptar mi cuerpo, comprender a mis semejantes y disfrutar cada instante. He entendido que cuando tus amigos quieren alagarte diciéndote lo joven que te ves, se trata más bien de que te estás haciendo viejo.

Sí, los años nos dan experiencia, pero lo triste es que la experiencia es la cualidad que requiere toda oficina de recursos humanos y que abunda en el hombre cuando ya no lo contratan por ser viejo. Es triste pero real. No hay que olvidar que no dejamos de reír porque hemos envejecido; envejecemos porque hemos dejado de reír.

Me decía un amigo que me lleva más de diez años: “Sabes en qué se diferencian los hombres viejos y los autos. A los autos viejos les suena todo, menos el claxón. Y a los hombres viejos les suena todo, y no les funciona el claxón”. 

No me agradó, pero me causó risa. Y luego me dijo otra frase que me hizo reír aún más: “Hay una edad en la que haces ejercicio y después de unos días tus dos lonjas gordas se han convertido en tres más delgadas”.

Le doy gracias a Dios por un año más de vida y comparto contigo la alegría de este cumpleaños diciendo: “Cuando tengas hambre, canta. Cuando algo te duela, ríe. Y no te olvides de sonreír cada mañana al despertar porque Dios te concedió un día más de vida para ser feliz, hoy y ahora”.

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