¿Ya viene el carnaval?

En el debate del cambio de carnaval de Mérida a Xmatkuil, han participado organizaciones empresariales y civiles, menos de los usuarios.

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En las últimas semanas se ha discutido la conveniencia de cambiar el lugar de realización del carnaval de Mérida, principalmente a fin de sacarlo del Paseo de Montejo y posiblemente llevarlo a Xmatkuil. En el debate han participado organizaciones empresariales y civiles, y se ha dejado ver la posición del ayuntamiento, todos ellos favorables al cambio. Sin embargo, la voz de los principales afectados, los usuarios del carnaval, no se encuentra entre las que se difunden.

Durante los festejos, a las calles peatonizadas acuden una gran cantidad de personas, entre jóvenes, familias y celebrantes varios, de distinta condición económica, pero principalmente de extracción popular. 

Se sumergen en un torbellino de calor, sudor, humo, gritos, ruidos estridentes y mercaderes de diversos productos dañinos para la salud, del que los principales beneficiarios económicos son las empresas que dejan correr ríos de alcohol por la vía pública. Y a este horrendo escenario vuelven año tras año.

Vale la pena preguntarse qué es lo que obtiene la gente de esta celebración.

El carnaval es un momento que permite a un amplio sector de la ciudadanía apropiarse de espacios formalmente públicos que las condiciones de la vida cotidiana le han enajenado. Poder caminar en el espacio reservado a los coches o bailar en la calle es un momento de afirmación personal y colectiva que vulnera esa expropiación. Es, por ejemplo, la oportunidad de un mini-asalariado o de un desempleado de, por una vez en el año, embriagarse en la misma larga y arbolada cantina en que todos los fines de semana otros, que además pondrán su borrachera detrás de un volante, lo hacen. Es recuperar espacios que en el día a día se han vuelto ajenos.

La fiesta popular del carnaval fue entubada hace varios lustros, cuando la participación en el paseo, que estaba abierta al público y que se combinaba con festejos extendidos por la ciudad, fue cerrada para convertirlo en un desfile regenteado por el ayuntamiento y en torno al cual comparte lucro con los alcoholeros.

Extirparla ahora llevándola al recinto ferial es una fórmula adecuada sólo para los que quieren mantener sus negocios al tiempo que se restringe el uso general de los espacios públicos privilegiados. Mérida no necesita esta nueva medida de segregación social.

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