Yanomás, su banco de confianza

Es frecuente que a la undécima llamada tempranera, el acosado familiar acabe por hablar a su consanguíneo.

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Señor usuario. No cuelgue esta vez. Le pido atentamente cinco minutos de su atención. Hablo en nombre de Yanomás, Sociedad de Crédito. 

Me comunico desde un centro de llamadas y no soy empleado bancario.  Repetidamente hemos hecho contacto a su domicilio de siete de la mañana a las diez de la noche −no obstante no ser usted cliente del banco− pidiendo información sobre una persona que suponemos debe conocer. 

Usted nos aclaró desde un principio que tal fulano no vive en su domicilio. Revisando la lista de teléfonos pensamos que sólo un descerebrado podía darnos información inexacta. 

Sin embargo, ahora sabemos que el imbécil director de crédito y  cobranza  de Yanomás propuso en junta de consejo hacer un cruce de apellidos para intentar localizar parientes cercanos al deudor y de este modo solicitarle a éstos informes que permitan ubicar al atrasado.

¿Y sabe qué? La estrategia ha funcionado. Es frecuente que a la undécima llamada tempranera, el acosado acabe por hablar a su consanguíneo y advertirle: −¡Cuídate Juan, que por ahí te andan buscando; arregla ya tu asunto con esos güeyes! Incluso han llegado a exigirle ponerse  al día y acudir a la sucursal más cercana. 

Según podemos constatar, no es su caso. Entendemos que no es asunto suyo la situación financiera de su parentela. Respeta las libertades individuales emanadas de la Constitución Mexicana y mucho menos se presta a hacerles el juego a estos malditos  malparidos que pretenden mangonearlo como mediador. 

Sin embargo, estimado señor, usted ha emitido en múltiples ocasiones –esta llamada podrá ser grabada con fines de calidad de servicio–mentadas de madre y groserías  contra el director general de Yanomás, Riechi Arrigolaga Rocero y otros directores. 

Eso ha creado  profunda animadversión. La entidad bancaria considera sus terribles insultos y su negativa a cooperar algo personal. 

Tenemos la instrucción de insistir, seguir presionando y acosarlo día y noche marcando su número, hasta que acceda a colaborar con nosotros. A ver quién se cansa primero.

Ah,  y si usted lo considera pertinente, puede seguir enviando mentadas de madre a esos pendejos y al director del banco. Por nosotros no se lo pierda. Todas quedan grabadas y con gusto se las pasamos a sus secretarias. De seguro se las merecen; sin duda.
 ¡Vaya biem!

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