“Yo confiaba en mi marido”

La mismísima infanta Cristina confesó que firmaba sin chistar todos los papeles que su cónyuge le daba por principio y sin repelar.

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Cualquier explicación que comience con esta frase puede estar equivocada. Pero contra lo que podría imaginarse no, no lo dijo Mia Farrow, ni Hillary Clinton ni Sasha Montenegro, Niurka o Paquita la de Barrio… pero seguramente lo pensaron. Es una frase con filípica integrada clama por el derecho a la desconfianza, al sospechosismo, resultado de una mala experiencia luego de pacer mansamente en el tálamo nupcial sin imaginar siquiera que el gordo de al lado les podía jugar chueco.

Así, con esa premisa del “yo confiaba en mi marido”, que es como decir: “yo confiaba en el Pacto por México”, o “yo confiaba en la nueva ley de transparencia” o, peor aún, “yo confiaba en el SAT”, lo expresión en medio de la audiencia que la ha señalado como cómplice de su esposo de toda clase de desfalcos y abusos, la mismísima infanta Cristina que, para rematar la vocación telenovelera, confesó que firmaba sin chistar todos los papeles que su cónyuge le daba por principio y sin repelar.

Igual y hubiera podido poner la poderosa en un documento para ceder todos los derechos del Palacio de la Zarzuela, y no se habría dado cuenta hasta que echaran al rey y toda la prole con sus trofeos elefantiásicos de caza.

Igual le pasó a la exquisita Cate Blanchett como protagonista de Jazmín azul, la más reciente película de Woody Allen que los creyentes en Mia Farrow no quieren que veas. Ella encarna a una mujer que le pasa lo mismo que a la infanta por creer en su marido macho alfa, lobo de Wall Street, que termina desprovista de todos sus símbolos de estatus.

Ella creyó en su Gordon Gekko, en el capitalismo salvaje y terminó tristeando con el populacho.

Como lo que puede alegar el comisionado Castillo ahora que me lo señalan por reunirse con personaje con pasado templario, cual senadora perredista, es lo mismo que la infanta pero con matiz: “Yo confiaba en mi equipo”, fueron ellos los que no investigaron a El Abuelo y pensaron que era abuelo de Heidi. Quizás se distrajeron en el bailongo del Templario show en Apatzingán, ese que tuvo ocasión justo cuando estaba a todo lo que daba el operativo federal en Tierra Caliente. 

Lo mismo podría decir Chuayffet que, por confiar en Fausto Vallejo, me lo corretearon los de la CNTE en Morelia. A lo mejor no había mala fe y lo único que querían los maestros en éxtasis era protestar por la desaparición del examen Enlace. El problema del abuso de confianza es que cuando dicen: “yo confiaba en mi marido”, es con los cuernos por delante. 

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