Yo Judas

En los últimos días, en Mérida ha surgido un conflicto entre la Arquidiócesis y un conocido instituto educativo...

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En los últimos días, en Mérida ha surgido un conflicto entre la Arquidiócesis y un conocido instituto educativo; el arzobispo recordó que hace ya más de 20 años un grupo de familias católicas se acercó a la Diócesis y a uno de sus sacerdotes para externar su interés de impulsar una escuela que quedara bajo la dirigencia del Arzobispado, con el fin de impulsar una educación que se encontrara fuertemente imbuida por el espíritu cristiano. Apoyados por el entonces arzobispo y teniendo como director de la obra al sacerdote, los trabajos se iniciaron con las aportaciones de los creyentes, el trabajo del clero e incluso el apoyo del gobierno y la obra se fue desarrollando.

Como la legislación del momento no permitía esta actividad a  ninguna confesión religiosa, se estableció una asociación civil encargada de administrar los recursos reunidos y edificar la escuela en unos terrenos que la asociación adquirió con el apoyo del gobierno. Con el correr de los años el número de alumnos se incrementó y fue de esta forma que se aceleró el crecimiento de todos los niveles educativos, la escuela fue extendiendo sus instalaciones hasta llegar la obra a su culminación.

La legislación cambió y le fue permitido a todas las distintas iglesias administrar colegios; sin saberse exactamente por qué razón la escuela nunca fue entregada a la Arquidiócesis, pero a través de los años noticias alarmantes sobre el plantel se fueron haciendo del dominio público: no se pagaban sueldos a los maestros hasta por tres o cuatro meses, existen al menos 7 demandas por despidos injustificados de maestros, hay la posibilidad de que las instalaciones sean embargadas por no cumplir con diversos compromisos adquiridos, han existido problemas con el fisco y la seguridad social por no cumplir las obligaciones respectivas, todo eso en un colegio con el suficiente alumnado para poder mantener una sana economía.

Ante el caos en la administración la Diócesis decidió solicitar una vez más la cesión de la obra tal como se había estipulado al inicio del proyecto, petición a la que los administradores se han negado rotundamente, argumentando que la escuela es una empresa privada e independiente que nunca recibió aportaciones económicas del Arzobispado. Lo que parecen olvidar los administradores es que todos los creyentes que aportaron en dinero o especie no lo hicieron para ellos, sino para la Iglesia Católica y ahora ellos se pretenden erigir como los legítimos propietarios de todos los donativos recibidos. 

Casi aseguran que todos los donantes contribuyeron para que ellos pudieran establecer su propia empresa y no para contribuir a establecer una escuela bajo la tutela de la Diócesis; pareciera increíble que alguien en su sano juicio creyera que esta explicación es plausible. Hasta el momento los administradores del instituto se niegan a entregar la institución a la Iglesia. Debido a este flagrante atentado contra la intención original de la creación del instituto, el arzobispo decidió decretar que la Iglesia se separara totalmente de la institución, finalizando su compromiso de acompañamiento y prohibiendo a los sacerdotes cualquier acto de culto en la institución o a favor de ella.

Muchas razones se tienen que haber dado a sí mismos los administradores de este colegio para proceder como procedieron, tantas como nos tratamos de dar cada uno de nosotros cuando intentamos justificar nuestras pequeñas o grandes traiciones a lo largo de la vida, tantas como Judas se esforzó en encontrar para hacer lo que hizo, pero al final, cuando quedamos solos ante nuestra conciencia, nuestras miserias nos alcanzan y nos cobran la factura, porque podemos tercamente tratar de dar razones a los demás o tratar de engañarlos, pero en la intimidad de nuestro pensamiento el fuego de nuestras traiciones nos acaba consumiendo.

Yo Judas tengo que reconocer que un aprecio desmedido de mi persona y mis deseos es la fuente de la serie de razones inválidas con las que intento acallar mi conciencia, yo Judas tengo que reconocer que la traición a mis principios y compromisos es en el fondo una traición a mí mismo; en la aceptación de esta parte imperfecta y miserable de mi existencia, he de reconocer el rostro de otros seres humanos imperfectos como yo y es ante esta evidente realidad que de nuestros labios ha de brotar el comprometedor: “Perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, no dejando de exigir justicia, pero sí obrando con piedad.

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