Yo soy de esos mapaches a la antigua...

Para beneplácito de Madero, ya Castro Trenti lo rebasó por la ultraderecha cuando afirmó, en el mejor estilo de Sarita García en Cuando los hijos se van: “Nos tienen con el Jesús en la boca”.

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Si Nery Castillo, que es un bulto más acabado que el Maza Rodríguez y el PREP juntos, encontró chamba en un equipo español al que seguramente lo chamaqueó peor que Granier a los tabasqueños en particular y a los mexicanos en general, no es raro que por primera vez en México un candidato independiente haya resultado ganador en unos comicios provistos de esos mapaches a la antigua, que todavía suelen embarazar urnas. 

Esto, por supuesto, y qué alegría, ha puesto a temblar a los partidos políticos todavía más que una auditoría como la de los senadores del PAN. Sobre todo porque es el primer paso para demostrar la inutilidad de estos esquemáticos, burocráticos, elefantiásicos, oligofrénicos, dispépsicos y maléficos inventos del hombre blanco. Con el triunfo de Raúl de Luna Tovar en la alcaldía de General Enrique Estrada, Zacatecas, desprovisto del amparo de alguna institución partidista, quizá sea el principio del fin de esas bestias que muerden su propia cola.

Aunque sería ciertamente triste quedarse a la larga sin la grata compañía de los partidos, que son como la runfla de amigotes que se acaban las ganancias de los boxeadores como el Púas Olivares y los cantantes como José José, un montón de sucias pero simpáticas rémoras, no estaría mal vivir una vida política más aseada.

Aunque queda claro que los vivales y los maleantes suelen ser criaturas entretenidas, irnos quedando sin Chuchos, sin Camachos Quiroz y de los otros, y arrebatos celebratorios como los de Gustavo Madero, que ya se siente Greta Garbo, aunque le falte lo último. Sobre todo cuando se hace acompañar de Molinar Infiernitos, héroe de la guardería ABC, y Cecilia Romero, cuyo paso por el INM fortaleció la lógica de la narcofosa.  

Para beneplácito de Madero, ya Castro Trenti lo rebasó por la ultraderecha cuando afirmó, en el mejor estilo de Sarita García en Cuando los hijos se van: “Nos tienen con el Jesús en la boca”.

Como sea, nos daría no escasa morriña al quedarnos sin espectáculos decadentes como el de las tribus ni carnicerías caníbales blanquiazulinas (lo único bueno de la morralla de triunfos del PAN es que se quitaron de encima al espectro del calderonismo, que es tan popular entre la tropa como Snowden en la Casa Blanca) y las veladas escaramuzas de los dinosaurios tricolores cubiertos de piel de oveja. 

Algo tan conmovedor como los permisos de Calderón para que el gobierno gringo espiara  mexicanos, menos a El Chapo. 

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