Informe sin mercancía

Un hombre tan inteligente y calculador como Carlos Joaquín debió saber muy bien a lo que se estaba metiendo.

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Los logros que Carlos Joaquín González quiera presumir en su primer informe de gobierno, si pretende recuperar la estimación de los quintanarroenses que lo llevaron a la silla principal del número uno de la calle 22 de Enero de Chetumal, no podrán ser ya sólo macroeconómicos o financieros, como la restructuración de la deuda y la mejora de la calificación crediticia del estado pues, aunque fundamentales, son como el drenaje de las comunidades: se nota sólo cuando las obras causan molestias y se olvida cuando ya funciona, pues está bajo tierra.

Salvo que se quiera que el acto constitucional sea como en los viejos tiempos –un rancio ritual de la clase política, un besamanos diseñado para ponderar la disciplina del equipo gubernamental al mandatario–, debe entenderse que la gente del pueblo se levanta todos los días con el pergamino de las promesas de campaña, del cambio en la vida cotidiana de los quintanarroenses y, hasta ahora, de eso muy, pero muy poco hay para presumir.

Para el furibundo –rábido, sanguinario incluso para los más agraviados– reclamo de castigo para el o los gobiernos anteriores, luego de los discursos justicieros en campaña el gobierno no puede venir –ya se vio y se escucha a diario no sólo en los mentideros políticos, sino en las calles, mercados y vecindarios– con la batea de baba de que el nuevo sistema de justicia penal, el fuero federal o que a Chuchita la bolsearon.

Un hombre tan inteligente y calculador como Carlos Joaquín debió saber muy bien a lo que se estaba metiendo al descoserse con tanta prodigalidad en las promesas vengadoras para luego toparse con que el catálogo de delitos de los fueros común y federal que pudieran imputársele a Roberto Borge Angulo y panda que lo acompañó en el saqueo de Quintana Roo ciertamente no contemplaba la guillotina ni la quema en leña verde en la Explanada de la Bandera o en la Glorieta del Cebiche.

Dos o tres encarcelamientos acaecidos hasta ahora no sacian de ninguna manera la sed de venganza de la gente –agudizada hasta la alucinación por la desaforada campaña antiborgista, no sólo de los achichincles más silvestres y periodistas enajenados, asaz miopes, sino de los mandamases, los nuevos ricos del poder– y los ánimos seguramente se encenderán contra el implacable vindicador por el que votó la población, sacando al sempiterno PRI de la casona de Insurgentes y Heriberto Frías, cuando los castigos no pasen de dos nalgaditas y la quita del postre después de la cena.

Todo indica que Roberto Borge, a quien no sólo la realidad de su enfermizo acoso contra el actual gobernador sino la mercadotecnia política de la campaña que hace un año era puro fervor joaquinista hizo culpable de la toma del Castillo de Chapultepec, la quema de los pies de Cuauhtémoc, el Diluvio y el Pecado Original –sería la víbora del Edén, suponemos – no será imputado por delincuencia organizada –delito federal que no contempla libertad bajo fianza para enfrentar un proceso–, sino sólo por las faltas del fuero común que permiten evitar la cárcel y eventualmente merecen legalmente castigos mucho menores que el cadalso anhelado. Lo más probable es que ningún borgista o felixista de medio pelo sea arrojado a los leones feroces –o a los tiburones hambrientos, para mayor concordancia geográfica con Quintana Roo– para solaz del respetable.

Suponemos que el gobernador Joaquín traerá algo en la chistera. Tal vez en torno al fasto del 9 de septiembre: acaso, ya que la ciudadanía se quedó con tantas ansias de presenciar ejecuciones, rodarán cabezas de algunos de los muchos funcionarios que no han dado la talla o de plano han puesto en tremendos intríngulis a the boss por traicioneros, protagónicos, ineptos o las tres gracias al propio tiempo.

La ceremonia del informe será en Chetumal, y capitalina será la mayor parte de la gayola por más que la platea la ocupen “distinguidas personalidades”, y se presiente que “el Bronx” tiene ganas de echar dos o tres gallos de su ronco pecho.
La gente, aparte de las entelequias financieras y las opiniones de HR Ratings, quiere resultados tangibles. Mientras, no hay nada. Esa es la mercancía que debe ofrecer Carlos Joaquín. Por verse.

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