Con pintura logró que piratas no encontraran el oro
Un sacerdote pintó el altar con una sustancia que lo dejó, en apariencia, como si no estuviera terminado. Los piratas pasaron de largo.
Por María Zacco/Ansa Latina
CIUDAD DE PANAMÁ, Panamá.- El altar de la Iglesia San José, ubicada en el Casco Antiguo de la Ciudad Panamá, fue uno de los grandes tesoros de oro a los que no pudo llegar el pirata inglés Henry Morgan durante los saqueos que encabezó en el siglo XVII, gracias a la picardía de un fraile que lo pintó de negro con una sustancia parecida al alquitrán.
El templo de estructura colonial e interior con detalles barrocos e indígenas, que se alza en la Avenida A y Calle Octava, es uno de los más visitados del Casco.
Turistas de todo el mundo se maravillan con sus vitrales confeccionados en la ciudad italiana de Florencia, instalados en 1963, que representan a Santa Rita de Casia, San Agustín, la Virgen de la Consolación y San José.
Sin embargo, a todo aquel que visita la ciudad le llegan versiones sobre el imponente altar mayor, de oro, cuya conservación es para muchos un hecho histórico y para otros una leyenda.
Se trata de un altar labrado en madera de caoba recubierta en pan de oro. En el ángulo superior derecho está representado San José, el padre de Jesús y Santo Tomás de Villa Nueva. Hacia la izquierda está Santa Clara de la Cruz de Montefalco y debajo se ve la imagen de San Agustín; en el centro la Virgen María sostiene al Niño Jesús en su regazo.
Arriba del retablo se observa la figura del Padre Eterno dentro de un círculo. Su cabeza está enmarcada en un triángulo que representa a la Trinidad, su mano derecha bendice al mundo y en la izquierda sostiene una balanza, símbolo de justicia.
La iglesia estaba en la antigua Ciudad, conocida como Panamá La Vieja, completamente destruida por el asedio pirata en 1671.
Se dice que al tiempo que tuvieron lugar los terribles incendios provocados por Morgan la Orden de San José levantaba este templo de piedra cerca del Puente Rey. Si bien la construcción no esta terminada contaba ya con el altar mayor revestido en oro, la joya más valiosa de la época.
Los lugareños repiten una historia que ya tiene rango de oficial: el olfato de Morgan, que sabía de la existencia de grandes botines en la ciudad, zona de pasaje del oro producido en las colonias españolas del Pacífico hacia Europa, llegó a la iglesia San José en busca de oro.
Cuentan que un fraile de la orden de los Agustinos Recoletos, en un acto previsor, sugirió unos días antes cubrir el altar con una mezcla de albayalde (óxido de plata) para teñirlo de negro. Esa pintura le daba el aspecto de trabajo inconcluso y según las versiones, confundió al astuto pirata inglés.
De acuerdo con los relatos populares -que figuran en las guías de turismo más prestigiosas del mundo- Morgan llegó a la iglesia, miró todo minuciosamente y se quejó a viva voz de la pobreza que reinaba en el lugar. Por ese motivo el fraile Juan le pidió una limosna de mil ducados para finalizar el altar.
En esos días otros incendios azotaron la ciudad y los monjes decidieron reconstruir su templo en el nuevo asentamiento de la ciudad, el actual Casco Antiguo, donde tuvo lugar la refundación de Panamá en 1673.
Los datos históricos, sin embargo, ponen en jaque esta versión de los hechos. La iglesia fue construida entre 1671 y 1675, después de los incendios que convirtieron en ruinas a la ciudad original, ubicada unos ocho kilómetros hacia el este de la actual conocida como Panamá La Vieja, donde quedan sólo ruinas.
Y los más importante: expertos aseguran que el altar no pudo haber sido construido antes del siglo XVIII. La influencia del arte barroco, sin embargo, había llegado a América desde siglo XVII.
Como sea, la importancia de esta historia es que la iglesia se erigió como símbolo de la reconstrucción. Y la leyenda sobre el fraile Juan acaso es un gran acto de justicia porque demostró que su ardid estuvo a la altura de la actitud del pirata.
De hecho, el relato que circula por la ciudad sostiene que Morgan, tras donar el dinero para la culminación del altar, miró al fraile sonriendo y le dijo: "Creo que este es más astuto que yo".