Cajas de seguridad: construyendo flagrancias

La problemática de las cajas en Cancún ha sido marcada por un inaudito silencio de las autoridades.

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El suceso de las cajas de Cancún pone en duda no sólo el comportamiento de un funcionario público sino la estructura de autodefensa de la preservación del estado de derecho, donde hasta ahora vemos un increíble silencio de las autoridades superiores.

En entrevista radiofónica con Pascal Beltrán quedaron atónitos miles de quintanarroenses por las respuestas del subprocurador de la Seido y por las mentiras tan contundentes que expresó, pero lo peor es su percepción del delito y la inexistencia en ningún momento de sensibilidad social para los terceros afectados.

De entrada, dijo que personal de la empresa estaba con ellos y que las cajas no habían sido rotas, aunque aclaró que la orden del juez (que nadie de la empresa ha visto) tiene permiso para romper las cajas; la verdad, ni la empresa estaba enterada, ni dejaron pasar a nadie, menos a los trabajadores del negocio; entraron como el crimen organizado, sin avisar, de noche y con violencia.

El subprocurador lamentó no haber podido llevarse las cajas a México para procesarlas adecuadamente, como si éstas tuvieran la capacidad de almacenar uranio, droga o para trasplante de órganos; a las cajas sólo les caben documentos y valores.

Imagínense que existe un tumor canceroso en el cuerpo y para sacarlo tienen que revisar todos los órganos y abrirlos en busca del cáncer durante días; cuando lo encuentren y se alcen victoriosos ya no tendrá caso, el paciente ya habrá muerto como el estado de derecho; menuda inteligencia tiene la Seido, luego se preguntan por qué tiene popularidad López Obrador.

La Seido, al no tener información de quién y qué busca en el contenido de las cajas, prefirió catear todas construyendo flagrancias para tener la posesión legal de las mismas, algo así como una auditoría colectiva. Qué pena, qué vergüenza, se estudiará en la historia la orden del juez, la solicitud y aceptación de la Marina y el silencio de los actores políticos que juraron respeto a la Constitución mexicana al aceptar sus puestos.

Alonso Lira Salas, con la retórica de un Godínez y el proceder del poder de los 60, será uno más en la colección de funcionarios de la Procuraduría que siembran muertos para fines protagónicos, que prefieren entrar a media noche rompiendo vidrios que llegar a pedir permiso para buscar colaboración: por muchísimo menos el procurador despidió a Santiago Nieto. Será uno más en la basura de la historia de la administración pública en México.

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